sábado, 9 de diciembre de 2023

Atormentada tierra (1933), John Steinbeck

 


Buscando opiniones para contrastar con las mías, descubro que esta novela tiene como título original To a God unknow. Es la segunda novela del maestro. Ambientada en la conquista del Oeste pero sin grandes aspavientos, ni guerra con los indios ni violencia, nada que ver con el salvaje Oeste sino más bien con la tierra de las oportunidades. A diferencia de la vieja Europa, América es territorio virgen.

El protagonista, Joseph Wayne, sueña con tener tierras que pueda decir que son suyas, tierras para cuidar y prosperar, para formar una familia. Es la pasión por la tierra, el sueño americano que solo allí se hace realidad. Ese vínculo con la tierra protagoniza la novela, alcanzando matices míticos, animistas, religiosos, hasta el punto que el paisaje y las tierras son los verdaderos protagonistas.

Al mismo tiempo que sencilla, se trata de una historia misteriosa. En todo momento asistimos a un presagio de desgracia simbolizado por la sequía, azote que se repite de forma cíclica cada cierto número de años en la región. Lejos de ser spoiler, viene a ser un leit-motiv.

En el ínterin Joseph se casa, la familia crece, sus hermanos adquieren tierras a su lado y se va formando un pequeño pueblo. No vemos en esta novela ese interés de Steinbeck por las clases desfavorecidas, aunque sí se trata de ensalzar a las gentes humildes y al trabajo, el apego a la tierra.

Y poco más, un grupo de granjeros que no albergan otras ambiciones que prosperar gracias al trabajo duro. Sin embargo el protagonista, hombre ejemplar, simboliza la naturaleza hasta el extremo, dándose una simbología peculiar que refleja un profundo amor por los animales y los bosques. La religiosidad lo impregna todo, pero nada que ver con el cristianismo occidental, sino más bien con el modo de ver indio, el misterio de los manantiales, el poder de la lluvia, la personificación de los hombres en grandes árboles, animales que se comportan de forma misteriosa, sacrificios rituales...

Uno de los personajes describe así al protagonista. Sirva de ejemplo:


―No sé si existen hombres excepcionales o si algunos seres son tan humanos como para que los demás parezcan irreales. Quizá de vez en cuando nazca un ser sobrenatural. Joseph posee una enorme energía, tiene la serenidad de las montañas y su pasión es tan salvaje, fiera e intensa como el rayo y tan espontánea como éste, según mis conocimientos. Cuando estés lejos de él, trata de pensar en tu marido y te darás cuenta de lo que quiero decir. Su figura crecerá enormemente, hasta la cima de las montañas, y su fuerza será como el irresistible empuje del viento. Benjamín ha muerto. Uno no se puede imaginar a Joseph muriéndose. Él es eterno. Su padre falleció, pero aquello no era morir.

 

Y pese a lo que pueda parecer, una novela que se lee bien, fluida, que me ha dejado buenas sensaciones y ganas de volver a sus grandes obras.

 

 

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