Probablemente
leo más historia que novela, pero no me considero ningún experto a la hora de
analizar o valorar la calidad de las obras; me limito a dar algunos apuntes o
valoraciones personales.
No
es necesario explayarse mucho sobre el desprecio que la sociedad muestra por todo
lo relativo a la disciplina de la historia. Dicho desprecio se extiende a las
clases dominantes, salvo cuando necesitan usarla en su propio beneficio, para
asentar su poder.
No
obstante, nuestros chavales estudian someramente la historia hasta el Bachillerato.
Se trata de una asignatura obligatoria, en general poco apreciada, mal
considerada como de empollar. Gran parte de la culpa es del currículo, pero no
vamos a entrar en semejante berenjenal. Lo único que aquí me importa es aludir
a la imagen que les queda a esos pocos, los estudiantes de bachillerato, que
han estudiado algo de historia, una imagen reducida, por no decir esquemática y
ridícula, de lo que significa la historia a partir de la síntesis de un más o
menos logrado libro de texto. Y digo esto porque me ha tocado unas cuantas
veces escuchar cómo se reduce la historia del fascismo, el imperialismo o el
capitalismo a unos pocos puntos, características, causas y consecuencias, y
poco más.
Y
aquí, tras largo rodeo, llegamos al presente libro de Jeremy Black, uno de los
historiadores más prolíficos de la historia, con más de 180 libros en su haber.
No es un libro fácil de leer. Tampoco es que me haya parecido una maravilla. Supongo
que hubiera disfrutado más de un libro que narrara los acontecimientos
políticos más relevantes del siglo XVIII, la guerra de Sucesión Española, la
guerra de los siete años la desintegración de Polonia o el auge de Inglaterra, Prusia
o Rusia, y sin embargo me he encontrado con un libro un tanto árido que ofrece
un estudio temático con la siguiente división: demografía, economía, comercio,
sociedad, creencias religiosas, ilustración, arte y cultura, ciencia,
relaciones internacionales, el ejército y el arte de la guerra, el gobierno y
la administración y, por último, ideología, política y reforma.
Lógicamente,
resulta imposible resumir en un volumen, ni en veinte, la historia del
continente europeo durante un siglo completo. La sensación que te queda después
de la lectura es de lo inaprensible que resulta la historia global de un
continente como Europa, tan compartimentado, tan diferente no solo en cuanto a
países sino incluso también en cuanto a regiones menores. Son más las
diferencias que las semejanzas de lo que ocurre en Portugal al mismo tiempo que
en Rusia, Noruega o el Piamonte. De ahí que, si uno espera, terminar con cuatro
ideas claras, mejor que no agarre este manual, que tiene la intención
contraria, dar una imagen de la gran variedad de situaciones que se viven en el
contexto europeo.
Cierto
que el siglo XVIII es complejo, prolegómeno de la Revolución Industrial y burguesa,
pero nos queda la sensación de que dicha complejidad puede aplicarse a
cualquier siglo.
Un libro que se deshace en detalles de ciudades de cualquier parte de Europa, que nos lleva de una remota región de Rusia a Transilvania, Escocia, Suecia o Polonia, llevando a cabo una diversificada descripción de la Europa del Antiguo Régimen en vísperas de un nuevo orden.
En
definitiva, un trabajo arduo, arriesgado y peculiar, que ofrece un sinfín de
detalles sobre diferentes regiones europeas. Más que aclarar conceptos, nos
incita a ampliar nuestro estudio. Nada recomendable si lo que buscas es
sencillas conclusiones.
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