La
verdad que la he disfrutado, con sus luces y sus sombras. Es divertida,
dinámica, aunque a ratos en exceso disparatada.
Cósimo
es un joven barón de trece años, de la clase privilegiada, que se niega un día
a comerse un plato de caracoles y, en señal de protesta, se sube a un árbol y
promete que nunca bajará. No es una simple rabieta porque la relación con sus
padres es difícil. El caso que nunca bajará de los árboles.
Es
de imaginar al escritor haciendo verosímil su propuesta, extendiendo el campo
de acción del protagonista, que se mueve entre los árboles como pez en el agua
sin llegar a pisar el suelo. Crea su propia casa sobre los árboles, consigue
comida mediante la caza o la recolección de frutos, y también crea su propia
ropa con las pieles de los animales que caza. Vive grandes aventuras sobre los
árboles, disfrutando de una visión diferente que los demás y alcanzando un
conocimiento que nadie posee. Se traslada a otros lugares a través los bosques,
conoce el amor, lee libros, conversa con gentes variopintas, se enfrenta a
piratas y ladrones.
Sobre el significado de la novela, los hay que hablan sobre una alegoría de la vida, de la libertad o de la valentía a la hora de ser una persona original pese a quien le pese.
Un
libro aparentemente corto y fresco, que no sé yo hasta qué punto es apropiado
para incentivar a los jóvenes a la lectura o para iniciarse con los clásicos,
pero puedo asegurar que los jóvenes hablan del libro con cariño y respeto.
El
parecer es la segunda parte de una trilogía, Nuestros antepasados, conformada
además por las novelas El vizconde demediado y El caballero inexistente, que me
suenan de verlas por ahí.
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