Antes
de abordar la lectura de sus cuentos leí una pequeña biografía que me resultó
tan endiabladamente dramática como la mejor novela decimonónica. Su vida es
complicada, como su carácter, sumamente excéntrico, libertino y extrovertido,
lo que hace extrañar a propios y extraños cómo tuvo tiempo para escribir tanto
en tan poco tiempo. Guy de Maupassant murió en 1893, a los 43 años,
culminando un proceso de locura al que lo llevó una sífilis contraída en sus
innumerables aventuras eróticas, y fue a lo largo de los últimos 10 cuando
publicó prácticamente su ingente obra: 7 novelas, 3 obras de teatro, varios
libros de viajes y crónicas, así como innumerables artículos y, sobre todo, 17
libros de cuentos escritos para los periódicos con una inventiva asombrosa.
También
esta biografía me hizo reflexionar sobre un hecho que me sangra, que para un
escritor tener un padrino resulta fundamental, y mientras más reconocido éste
sea mucho mejor. Guy tuvo a su lado ni más ni menos que a Flaubert. No quiero
ni imaginarlo, pero de no haber tenido semejante padrino, es más que probable
que nos hubiéramos perdido su prosa. ¿Cuántos otros autores no nos habremos
perdido?, ¿cuánta bazofia llena las estanterías de las librerías debido al
apadrinamiento de mediocridades? Es lo que hay, no queda más que adaptarse,
pues esto sucedió ayer, sucede hoy y sucederá mañana. De todas maneras, si
acaso ustedes, que me leen, se dedican al mecenazgo o cuando menos conocen a un
buen padrino, ¡recomiéndenme por favor!.
¡Fuera
bromas! Flaubert luchó contra viento y marea por proteger a su favorecido libertino,
cuando solamente él atisbó el genio que llevaba dentro. Otros amigos de
Flaubert trataron incluso de hacerle ver su equivocación, y en verdad que después
de la publicación de su primer relato importante, Bola de sebo, algunos de ellos tuvieron a bien retractarse y
reconocer su talento, entre ellos Turgueniev.
Reconozco
que de no haber sido Bola de sebo uno
de los primeros relatos que leí de Guy de Maupassant, tal vez hasta hubiera
abandonado presto su lectura. Guy hubiera pasado para mi sin pena ni gloria,
como uno de esos escritores de escenas un tanto grotescas como es el caso del
relato La mano disecada. Pero Bola de sebo es un relato que consideraré
siempre entre esos 4 o 5 mejores relatos que jamás leí, y haber topado con él
ya merece la mayor de las penas. Consta de casi 50 páginas, relato extenso pues,
que merece la pena, y mucho, leer. Luego supe que John Ford se inspiró en él
para rodar la diligencia, y también averigüé la influencia de Guy en Chejov y
Clarín, y que muchísimos de sus cuentos han sido llevados al teatro y a la gran
pantalla, ¡más de 100!.
¿Os
hacen falta más motivos para acercaros a este clásico? La verdad que allá cada
cual con sus lecturas, yo prefiero leer a aquellos autores inmortales que una
vez leídos tengo la seguridad que volveré a leer. ¿Y vosotros?, ¿leéis a los clásicos?
P. D. Con estas preguntas finales hago un guiño a Mientras Leo y su
blog Entre montones de libros.
Sí, leo a los clásicos. Y confieso que no conocía estos relatos del autor. Leí hace siglos "Bel Ami" sin que terminara de impactarme demasiado. Después de tu entusiasmo con los relatos, quizás me anime a leer alguno. Abrazos.
ResponderEliminarOjo Marisa, porque lo mismo que te recomiendo Bola de Sebo, te digo que no me han gustado la gran mayoría de relatos de Guy. Probablemente de 20 salvo 2 o 3 de la quema. Eso sí, Bola de Sebo es de lo mejor que he leído jamás. Bel Ami pensaba leerlo, pero entre que sus relatos me dejaron un poco despistado y que ahora me dices que te dejó indiferente, lo dejaré pasar
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que conozco bastante bien la obra de Guy de Maupassant. Hace, creo recordar, quince o veinte años que me leí parte de su obra. Por cierto Rubén Angulo te recomiendo que leas "El Horla" es lo incognoscible que ronda en torno al hombre, pero también el reflejo de los fantasmas que habitan su cerebro. Excelente relato. Un saludo
ResponderEliminarPues gracias por esa recomendación Paulino. No dudes que la seguiré, aunque ahora estoy enfrascado en más y más lecturas :-) De hecho pronto releeré Bola de sebo y supongo bucearé un poco más en el autor.
EliminarGracias por tu aporte.
Un abrazo
Estos genios/locos casi todos tuvieron unas vidas desgraciadas. Quizás pagaron un precio demasiado alto. Luis Manteiga Pousa
ResponderEliminarNo todos la tuvieron, aunque muchos sí. En todo caso, el gran arte de la literatura es el "premio" menos dotado económicamente.
EliminarSaludos
Me matizo. Estos genios/locos, en su mayoría, tuvieron una vida bastante desdichada. Pero también vivieron la otra cara de la moneda. Vivieron con gran intensidad, para lo bueno y para lo malo (a menudo mezclados), fluctuando entre los extremos, para el placer y para el dolor (también a menudo mezclados), en esa ambivalencia radical, mucho mayor que la habitual en la mayoría de las personas. En ese sentido, también hay una parte envidiable en sus vidas.
EliminarMe parece que ser un genio puede dar miedo.
ResponderEliminar¿y un tonto?
EliminarLos tontos normalmente son, o parecen ser, felices.
ResponderEliminarSer un genio pienso que te hace ver más allá de lo que se ve a simple vista, hace que tu cabeza de vueltas incluso aunque no quieras, planteandote cuestiones que la mayoría de la gente no se plantea, que le des vueltas y vueltas a las cosas rompiendo los estereotipos. Desde luego, te quita la tranquilidad y te hace vivir en la incertidumbre y en la búsqueda contínua. Y eso puede dar miedo. Ya se dice que la genialidad y la locura pueden estar muy cercanas y ese es otro de los posibles miedos, a enloquecer. Profundizar demasiado te puede llevar al abismo mental incluso, muy a menudo, sin llegar a ninguna parte satisfactoria. La genialidad, por otra parte, también puede ser apasionante, entrar en territorios desconocidos y conseguir grandes logros. Puede tener esa ambivalencia, como de algún modo las drogas. Maupassant, un ejemplo.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo. Incluso podemos quitar etiquetas y simplemente hablar del hombre que reflexiona... pero esto es entrar en un ensayo propiamente dicho. Abrazo.
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