Leer
a Kafka resulta saludable en múltiples aspectos. “No soy más que literatura y
no puedo ni quiero ser otra cosa”, nos dice. Cierto que su fama puede llegar a obnubilar
al lector inexperto, al que necesita de otro criterio, porque hoy la fama de
Kafka resuena ya de tal manera que a ver quién es el guapo que cuestiona su
literatura. Pero yo tengo muy presente que en su día su prosa no fue tenida en
cuenta y, no me cabe la menor duda de que hoy pasaría igual de desapercibida entre
la muchedumbre.
Quizás,
cada vez que mencionamos a Kafka, la gente imagina un monstruoso insecto
espatarrado en una cama, y Kafka es más, mucho más.
El
reproche al padre es un tema muy común en el interior de nuestra conciencia.
Somos, más de lo que creemos, aquello que estamos destinados a ser. De tal palo
tal astilla, dice la Biblia. Supongo que habrá quien piense que estas cosas no
se dicen, que se guardan para sí, pero ¿qué es literatura? ¿qué es lo que
trasciende y supera las barreras del tiempo para permanecer? Como todas las
obras maestras, admite diversas interpretaciones. ¿Se trata de un acto de
malevolencia y venganza o simplemente se trata de un ejercicio de
introspección? Desde luego que, si somos realistas y consecuentes, llegaremos a
la conclusión de que su padre no es un ogro, sino que es, nos guste o no, una
persona común, a primera vista egocéntrico e interesado, o sea normal.
Antes
de iniciar sus ataques a la descubierta, Kafka se disculpa con su padre:
Con
todo, reitero aquí mi súplica de que no olvides que nunca he creído ni remotamente
en una culpabilidad tuya.
Sólo
puedes tratar a un niño según te han hecho a ti mismo, con dureza, gritos y
cólera, y en tu caso, este trato te parecía además muy adecuado, porque querías
que de mí saliese un muchacho fuerte y valeroso.
Por
otro lado, e independientemente de aquello que nos transmite la carta, que
probablemente es lo único que interesará a la mayoría de los lectores, yo me he
fijado, por lo que me toca como escritor, en la audacia de la forma. Según Max
Brod, se trata de una carta real que Kafka entregó a su madre para que la
hiciera llegar a su padre, aunque cualquiera diría que se trata de una carta
escrita con el fin de dotar de sentido al pasado y, por ende, entenderse a sí mismo.
Me resisto; no puedo entender este escrito de otra manera. Si se trata de una
carta dirigida a sí mismo, la solución técnica es audaz, clásica e innovadora
al mismo tiempo. Aparentemente no hay armazón estructural, pero las reflexiones
no caen sin orden ni concierto sino que están dotadas de un recorrido estudiado
y lógico, muy trabajado.
En
esta tesitura, ¿qué más da si la obra es autobiografía o ficción? Lo que el
lector debería preguntarse es cuánto de verdad hay en las numerosas memorias
que se ponen a la venta al público, y si en realidad han sido escritas por sus
supuestos autores. Al César lo que es del César…
En conclusión, buenas vibraciones las que me ha dejado esta pequeña novela de Kafka, y ganas de abordar alguno de los relatos que me faltan. Leer a Kafka significa conocerlo, y eso hay que valorarlo en su justa medida. Rara vez los hombres utilizan la literatura para la introspección y la búsqueda de sí mismos; se trata del espinoso camino de la sabiduría.
Qué bien leerte de vuelta y que nos recomiendes clásicos tan buenos como este.
ResponderEliminarUn saludo.
La verdad que no se puede uno resistir a hacer un comentario de esos libros que le dejan a uno sensaciones importantes, cosa que no me pasa cuando leo libros de entretenimiento.
EliminarSuper agradecido por tu comentario :-)
Excelente considerações .
ResponderEliminarObrigado