sábado, 5 de julio de 2025

La caverna (1940), José Saramago.

 

¿Mereció la pena mi primera experiencia con Saramago?

Estuve tentado de abandonar su lectura desde un principio. Terminé la lectura motivado por la presente reseña, y todavía no sé si merece la pena volver a Saramago. No cumple con los requisitos que yo le suelo exigir a un clásico literario, profundidad y entretenimiento. Me ha costado mucho enganchar, no ha sido una lectura para nada entretenida.

Por otro lado, otros lectores me han recomendado diferentes títulos, Ensayo sobre La ceguera o Las intermitencias de la muerte. Es probable que vuelva a fustigarme más adelante, pero me da la sensación de que Saramago me va a ofrecer más de lo mismo.

La lectura en sí no alberga ningún tipo de complejidad, ni por sus peculiaridades gramaticales o sintácticas, ni por el ritmo narrativo. La experimentación con la forma nada tiene que ver con Joyce o Virginia Woolf. Tampoco hay un batiburrillo de personajes, sino que todo se decide entre un señor ya mayor que ronda la edad de jubilación, su hija, el marido de su hija, y un perro.

Los diálogos son peculiares, separados con comas en vez de utilizar los tradicionales guiones, la ausencia de signos de interrogación o admiración. A decir del autor, los seres humanos no hablamos con guiones. Cuenta Saramago que al escribir la novela que le dio notoriedad, Alzado del suelo, recogió historias de gente humilde, con orígenes similares al suyo, y que, para reflejar el lenguaje oral de la mejor manera posible, optó por no usar algunos signos de puntuación, y pensó que se entendía igual.

Y así es, la lectura en sí no es farragosa. El problema está en que el argumento carece de dinamismo. El tema nuclear, la tesis de la novela, es la puesta en cuestión de las ventajas de la modernidad, o así lo veo yo. ¿El avance tecnológico mejora la vida de las personas? Los humildes se resisten a trasladarse a la ciudad (el Centro lo denominan los personajes de Saramago), a dejar sus oficios antiguos por otros más modernos y para nada más sofisticados. La modernidad, el denominado avance, no tiene en cuenta a las personas. Y no es que Saramago se desate en explícitas disquisiciones, sino que es la realidad que ronda en cada capítulo, en cada párrafo.

Cierto que el lenguaje es metafórico, y que a veces Saramago se deshace en digresiones que poco o nada añaden al contexto. Es mi apreciación. Por poner un ejemplo. El protagonista es alfarero, de horno tradicional, y cuando la empresa de la ciudad rechaza sus productos, entre él y su hija se deciden por cambiar el género tradicional de útiles de cocina por figuritas decorativas. Saramago nos describe la búsqueda de las figuritas a través de las imágenes de una enciclopedia y durante varias hojas nos describe sencillas representaciones, la enfermera, el payaso, el esquimal, el bufón…, que podríamos decir que nada aportan pero que seguro que el escritor nos diría que son parte intrínseca e imprescindible de la novela porque participan en ella para crear eso que se puede definir como el mensaje que Saramago nos quiere transmitir, una visión desesperante y engañosa de un mundo actual que parece que avanza pero que lo hace mal. Se genera así una sensación de desesperanza, de precipicio al final del camino.

 

Es difícil entresacar un fragmento. Os dejo este, ejemplo me ha parecido interesante, pero habrá cientos, sobre la vejez…

 

… son los tiempos que mudan, son los viejos que cada hora que pasa envejecen un día, es el trabajo que deja de ser lo que había sido, y nosotros que sólo podemos ser lo que fuimos, de repente descubrimos que ya no somos necesarios en el mundo, si es que alguna vez lo fuimos, pero creer que lo éramos parecía bastante, parecía suficiente, y era en cierta manera eterno, durante el tiempo que la vida durase, que eso es la eternidad, nada más que eso.

 

Insisto, el lenguaje está muy trabajado, las metáforas abundan. El estilo es el protagonista de la novela, y a menudo se suele premiar el estilo. En 1998 se le otorga el Premio Nobel de Literatura por "volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía".

En verdad que Saramago tiene una voz propia, un objetivo y un buen número de lectores. Yo garantizo que sus libros se venden bien.

 

Por último, decir que abordé la novela sin lecturas previas de reseñas o similares, así que siempre imaginé que el título guardaba algún tipo de relación con Platón y su teoría de las ideas. A medida que me adentraba en sus páginas descarté tal relación, y al final, sorprendentemente, aparece dicha relación de manera casi indigesta. Quizás no he sido un lector hábil a la hora de desentrañar el juego simbólico de Saramago, que lo hay seguro porque se trata de un alfarero que hace figuras con barro, pero tampoco quiero ser tan exigente conmigo mismo. A veces prefiero que el escritor me tome de la mano y me guíe como si fuera un jovencito imberbe.



En todo caso, explorando por la Wikipedia me encuentro con esta cita del propio autor:

 

La caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna

 

La Wikipedia habla de que la presente novela compone un tríptico que puede ser etiquetado como distopía o ciencia ficción junto a otras dos novelas: Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres.

Necesitaré coger aire para afrontar otra de sus novelas. Claros y sombras.

 

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