Resulta
desalentador afrontar la historia de una gran borrachera, y como toda
borrachera que se precie está plagada de lagunas, incoherencias y alucinaciones.
Cierto que ya poco puede añadirse a una novela que ha sido catalogada como una
de las mejores de todos los tiempos. Por algún lado alguien ha dicho que la
novela necesita de varias lecturas, lo cual resulta todavía más, si cabe,
desalentador, y es que son muchas páginas y no en pocas ocasiones llenas de intrincadas
espesuras.
No
sé, ando un tanto confuso, quizás me falte una copa. Yo no disiento pero
reconozco que, aun no careciendo de valor, le falta chispa argumental, eso que
a los lectores nos impele al deleite de leer. Desde luego que las relecturas le
vienen a uno marcadas por la necesidad, y no sé si en un futuro volveré a ella;
en otras ocasiones sí estoy seguro de que volveré.
En
la novela «Hay profundidades»,
como dice el propio Lowry en el prólogo aludiendo a Henry James. Advierto
también que dicho prólogo no tiene desperdicio porque el autor nos da pistas
acerca de su difícil propuesta, un descenso a los infiernos cargado de
simbolismos. Las comparaciones que han hecho unos y otros son tremendas: se
compara la novela con El Quijote, con el Ulises de Joyce, con Fausto o La
divina comedia.
Al
principio cuesta hacerse con la trama y los personajes. Tengo que confesar
(aviso para navegantes) que acudí pronto a la Wikipedia y gracias a ello pude
hacerme con el argumento.
Exceptuando
el primer capítulo la historia acontece en el año 1938, durante el Día de los
Muertos, y narra la caída en desgracia de Geoffrey Firmin, un excónsul
británico alcohólico. La acción transcurre en la ciudad mexicana de Cuernavaca
(Quauhnáhuac en náhuatl).
El
primero de los doce capítulos de que consta la novela puede llevar a confusión
porque narra la conversación entre dos amigos de G. Firmin, el excónsul, M.
Laruelle y el doctor Vigil, el 2 de noviembre de 1939. En dicha conversación
recuerdan lo acontecido durante las doce horas de un mismo 2 de noviembre de
1938, justo un año antes.
A
partir de ahí comienza el relato de lo que sucedió aquel día. Ivonne se
reencuentra con Geoffrey para intentar salvar su relación después que Ivonne lo
abandonara un año antes. Hugh, el hermanastro de Geoffrey viene a complicar la
escena con su imponente presencia.
Doce
horas del día de los muertos, México 1938, doce capítulos, los volcanes Popocatepetl
y Iztaccihuatl (os propongo el difícil ejercicio de pronunciarlos correctamente,
cuestión que genera muchas risas entre los niños mexicanos), la espléndida
flora y fauna mexicanas, la espectacular ciudad de Quauhnahuac, el paisaje
magnífico y desolador que presenta un borracho…
Creerás
que estoy loco, pero también así bebo, como si estuviera recibiendo un
sacramento eterno.
El
cónsul, con la angustia inconcebible de una horripilante resaca atronándole el
cráneo y acompañada por una pantalla protectora de demonios zumbando en sus
oídos, se percató de que en el espantoso caso de que fuera observado por los
vecinos sería difícil suponer que atribuirían a su paseo por el jardín algún
inocente objetivo hortícola.
¿Por qué
entonces se hallaba sentado en el cuarto de baño? ¿Estaba dormido? ¿Muerto?
¿Desmayado? ¿Estaba en el cuarto de baño ahora mismo o hacía media hora? ¿Era
de noche? ¿Dónde estaban los demás?
Pero
sintió que su mente se dividía y se elevaba, como las dos mitades equilibradas
de un puente levadizo que se uniesen para permitir el paso de estos ruidosos
pensamientos.
Imaginaba
beberlo, a pesar de lo cual no tenía fuerza de voluntad para tender la mano y
cogerlo, como si se tratase de algo alguna vez anhelado con tedio y por mucho
tiempo, pero que ―copa colmada y de pronto a su alcance― había perdido todo su
sentido.
Rezumando
alcohol por cada poro, el cónsul permanecía en la puerta abierta del Salón
Ofelia. Qué sensato había sido tomarse un mezcal. ¡Qué sensato! Porque era la
bebida indicada, la única que se debía beber en tales circunstancias. Además,
no sólo se había probado a sí mismo que no le tenía miedo, sino que también
estaba del todo atento, volvía a estar del todo sobrio y podía enfrentar
cualquier dificultad que se le presentase. Si no fuera por esas continuas y
leves sacudidas y saltos en su campo visual, como innumerables pulgas de arena,
hubiera podido decirse que no había bebido una sola copa en varios meses.
Beber o
no beber… Pero sin mezcal, imaginó, se había olvidado de la eternidad, se había
olvidado de la travesía de su mundo, que
la tierra era una nave fustigada por la cola del cabo de Hornos y condenada a
no llegar nunca a su Valparaíso. O que era como una pelota de golf mal golpeada
y desviada de la Mariposa de Hércules por un gigante a través de la ventana de
un manicomio en el infierno.
Una novela que al comienzo de su lectura te obligue a consultar en la wikipedia para comprender su argumento no me entusiasma, de entrada. Pero sí me ha picado la curiosidad conocer cómo es el discurso del narrador. Saludos!!!
ResponderEliminarPienso como tú. No sé si lo he sabido expresar en la reseña. Hay novelas complicadas que te exigen un esfuerzo que luego recompensa, de alguna manera. En este caso no.
ResponderEliminarSaludos y agradecido de verte por aquí :)
No es necesario consultar nada,,solo hay que seguir el fluir de las palabras y las imágenes se instalan solas en el lector.Es andar por un camino intrincado,se debe seguir y seguir con la lectura.Atrás van quedando los enigmas y las asperezas. Y el narrador al lector,,peregrino y caminante esforzado,le abre como diría Cortázar "las puertas del cielo".Leer esa novela es como descubrir el secreto del romance del Infante Arnaldos.Malcom parece decirnos "yo no digo mi canción sino a quien conmigo va"....Gracias por dar difusión a esa obra fundamental de la Literatura Moderna.
ResponderEliminarMuy agudas esas palabras de Malcolm y las tuyas al traerlo a colación. Que es una gran obra doy fe, aunque reconozco que no es una lectura para mayorías y a mí me gusta transmitir al lector mis propias impresiones. Considero que es un punto de vista narrativo muy peculiar y enriquecedor, aunque también que hay que participar de alguna manera de el estado de ánimo del narrador.
EliminarEn cuanto al agradecimiento, vaya para Malcom, por escribir esta enorme sátira de sí mismo.
Abrazo.
La leí hace años (aún no había wikioedia). Me sorprendió mucho y me atrapó, no en su trama, compleja y profunda como dices, sino en su ambiente, en esa caída en los infiernos del cónsul honorario. No sé si sería capaz de volver a leerla, pero es una idea que me visita cada vez con más frecuencia. Estupenda reflexión la tuya hacia esta novela.
ResponderEliminarUn beso.