Había
leído antes varios trabajos del maestro, pero no me había sucedido hasta ahora
el sentir cierta identificación con sus personajes. Se trata de un momento
mágico, de un regalo para el lector. Qué mejor puede ofrecer la literatura que
ese sentimiento, cuando sientes que circunstancias semejantes a las tuyas han
atribulado al escritor. Quizás se trate de un sentir general, o de una anécdota
nada más, no tienes por qué sentirte identificado al completo con un personaje
sino simplemente corroborar que un pequeño hilo te une a él. Esto es lo que
ofrece la literatura, nada que ver con el 99,99 por ciento de lo que hoy en día
nos ofrecen los sellos editoriales de enjundia, absolutamente nada que ver…
Acudí a esta primera novela de Dostoievski después de
leer la biografía (por llamarle de alguna manera porque es una especie de
homenaje literario) que escribió Zweig. Tiene un argumento bien sencillo, pero
ya contiene sus principales obsesiones y la estructura es moderna, aunque no
estoy al tanto de academicismos y no tengo argumentos comparativos para tratar
su estructura epistolar. Lo que sí puedo asegurar es que le dota de una gran
libertad, dicha estructura le sirve para exponer aquello que le obsesiona
saltándose días y sucesos que ahora no le importan pero que luego puede
recuperar a su conveniencia.
Makar
Alekseievich y Varvara Alexeievna intercambian cartas en las que exponen sus
problemas personales, su extrema pobreza, intercalando opiniones acerca de sí
mismos al tiempo que, lógicamente, retratan la sociedad en la que viven.
Curiosamente
Dostoievski triunfó con este su primer trabajo. Tuvo la suerte (cosa hoy en día
imposible) de que le leyera con entusiasmo el mayor crítico de aquel tiempo, Visarión
Belinski. Y es que ya contiene los argumentos a que Dostoievski nos acostumbra.
Se nos introduce en una situación que empeora progresivamente al tiempo que se
agudizan los sentimientos de los protagonistas. Nos enfrentamos a los continuos
altibajos de Dostoievski, momentos de euforia y exaltación, del optimismo más
luminoso a la profunda depresión. Los paralelismos entre Dostoievski y el
protagonista son evidentes pues pretende éste ser escritor. El regalo de genio
que nos hace Dostoievski es incomparable:
Yo
no tengo ese talento. Aunque llenara diez páginas no llegaría a nada, no sabría
hacer ninguna descripción. Lo he probado ya.
La
maestría de Dostoievski para enredarnos en sus tramas está ya perfectamente
manifiesta:
¡Ah,
amigo mío! La desgracia es una enfermedad contagiosa. Los desgraciados, los
pobres, deben guardarse los unos de los otros para no agravar el mal. Le he
traído a usted males que no había experimentado aún en su existencia modesta y
solitaria. Todo esto me atormenta y me mata.
¿Por
qué, matotchka, soy blanco de los ataques de malas gentes? Le diré a usted,
querida, que, aunque ignorante y tonto, tengo un corazón como cualquiera. Pues
bien, Varinka, ¿sabe usted lo que me ha hecho un mal hombre? Pero es una
vergüenza decir lo que ha hecho; pregúnteme mejor por qué lo ha hecho.
Simplemente ¡porque soy humilde, porque soy apacible! ¡Porque soy bueno! Mi
carácter no les convenía; he aquí por qué cayeron sobre mí…
El
genio de Dostoieski está en el desarrollo de los caracteres. Nos habla de los
hombres y nos permite conocer a las personas que presenta como si las
tuviéramos delante. No nos hacemos con sus rasgos, con su físico, nos hacemos
con su interior:
Ya
me he acostumbrado a ello, porque me acostumbro a todo, porque soy un hombre
apacible, porque soy un pobre hombre; pero, sin embargo, ¿por qué todo esto?
¡Pero considere usted solamente, querida, si tengo las facultades necesarias
para ser un intrigante y un ambicioso!...
El
otro día, en una conversación privada, Evstafii Ivanovich dijo que la principal
virtud cívica es saber ganar dinero. Lo dijo en broma (sé que era en broma);
pero lo que nos ordena la moral es no serle gravoso a nadie, y yo no le soy
gravoso a nadie.
Los
fragmentos sobre la literatura no escasean:
Pero
es una bella cosa la literatura, Varinka, una bella cosa; lo he sabido por
ellos anteayer. ¡Una cosa profunda! Fortalece el corazón de los hombres,
instruye, y hay todavía otros diversos pensamientos sobre este asunto en el
libro que han leído…
…
Cuando empiezan a discutir sobre diversos temas, entonces, aunque a mi pesar,
me eclipso, buenamente; en tales momentos, a nosotros, matotchka, no nos queda
más que eclipsarnos. Me juzgo entonces un simple cretino, me doy vergüenza de
mí, y durante toda la velada busco ocasión para intercalar siquiera media
palabra en la discusión general; ¡pero he aquí que, como hecho a proósito, esa
media palabra no sale!...
Duermo.
¡Qué imbécil soy! En vez de dormir sin necesidad, podría uno ocuparse
agradablemente, sentarse delante de su mesa y escribir. Es fructuoso para sí y
bueno para los demás.
Refleja
los caracteres con cercana sencillez, a través de lo que expresan,
sinceramente, acerca de sí mismos:
No,
amigo mío, no puedo permanecer entre ustedes. He reflexionado, y encuentro que
haría muy mal rechazando una colocación ventajosa. Allí, al menos, tendré un
pedazo de pan asegurado; lo haré todo por merecer la benevolencia de los
señores; procuraré incluso modificar mi carácter, si conviene. Sin duda, es
triste, es penoso, vivir en medio de personas extrañas, buscar el apoyo de los
demás, disimular y reprimirse; pero Dios me ayudará.
Luego
Dostoievski nos lleva al límite, al paroxismo que media entre la cordura y la
locura:
…tengo
enfermo el corazón matotchka. La pobre gente es caprichosa; la naturaleza lo ha
querido así. Ya me había dado cuenta anteriormente. El hombre pobre es
receloso; hasta tiene una manera particular de considerar el mundo, observa de
reojo a cada transeúnte, pasea a su alrededor una mirada inquieta, y presta
oído a cada palabra, imaginándose siempre que se habla de él, que se critica su
exterior lamentable…
Tengo
que hacerle observar a usted, querida, que desde hace poco, me he vuelto dos
veces más tímido, dos veces más fácil de desconcertar que antes. En estos
últimos tiempos, ni siquiera me atrevía a mirar a nadie. Al menor ruido que
hacía alguien con su silla se me ponía la carne de gallina. Hoy, modestamente
sentado en mi sitio, con la cabeza inclinada sobre los papeles, parecía un
erizo,…
Las
dificultades para salir adelante, la pobreza más cruel, está presente en toda
la novela:
Ahora
recurro a usted, Makar Alexeievich, e imploro su asistencia. ¡No me abandone
usted, por el amor de Dios, en semejante situación! Pida prestado, se lo ruego;
procúrese dinero por poco que sea; no tenemos medio de trasladarnos, y es
absolutamente imposible que nos quedemos más tiempo aquí; tal es también el
parecer de Fedora. Necesitamos, a lo menos, veinte rublos; le devolveré a usted
ese dinero; lo ganaré con mi trabajo;…
Ya
sé, ya sé, matotchka, que es malo sustentar tales ideas, que es una impiedad;
pero, francamente, ¿por qué los unos tienen ya asegurada la felicidad desde el
seno de su madre, mientras que otros vienen al mundo en un hospicio? Y hasta ocurre
que, a menudo, Ivanuchka el imbécil se ve favorecido por el destino.
Y
entonces, cuando parece que los personajes se enfrentan a la muerte por
inanición, la montaña rusa de Dostoievski entra en escena. Makar tiene un error
en su trabajo, su Excelencia lo requiere y su atuendo le delata, y como muestra
de su miseria más absoluta se le desbarata el traje y cae un botón a sus pies,
y cuando parece que va a morir llega la culminación de la felicidad porque en
vez de despedirle, apiadado, le deposita en su mano un billete de cien rublos.
Sí, un magnífico Dostoievski desde su primer trabajo.
No he leído el libro pero la semblanza que haces me ha despertado el interés. Lo de describir a los personajes por lo que sienten sin resultar simplificador o (por contra) demasiado denso, no es tan fácil, y Dostoievski tenía ese don sin duda (como Dickens y algún otro).
ResponderEliminarHoy en día ningún editor le haría caso. Se ha impuesto el nihilismo/relativismo solipsista como perspectiva al escribir (la llamada "literatura del yo"). Y la única crónica social con destellos de humanismo que todavía se publica, está en ciertas novelas actuales que, en realidad, son una crónica periodística disfrazada de relato ficticio, con un fin adoctrinador más o menos bienintencionado. Y siempre sobre temas de actualidad candente.
Escritas, además, desde una perspectiva muy politizada y parcial, sin la neutral sabiduría y la intemporalidad de los grandes maestros como Dostoievski.
Reconozco que me he tenido que ir de cabeza a la wikipedia para desentrañar eso de "nihilismo/relativismo solipsista", y ese Turgueniev es uno de los eternos pendientes (al parecer acuñó el término nihilismo)...
EliminarDostoievski, el genio, el mago... Escribía como un poseído, desde las entrañas.
No tardaré en volver a sus letras.
Excelente artículo (el primero) sobre una gloria universal que jamás envejece. El de Monterroso, muy bueno. M. vivió muchos años en México, y acá ya sólo se le recuerda entre académicos y lectores avezados, no entre la juventud. Un saludo.
ResponderEliminarSe agradecen las vibraciones positivas. En realidad el "artículo" es una manera de ampliar la lectura y de sacarle buen provecho, como ves se trata de una selección de párrafos comentada.
EliminarSaludo de vuelta.
Me ha gustado mucho! Hace tiempo que llevo buscando un libro que me toque, y lo que has escrito ha llamado mi atención. Ahora quiero leerlo! Gracias por el artículo. Saludos!
ResponderEliminarEs difícil permanecer indiferentes a cualquier escrito del maestro. Cierto que las obras más sonadas son las mejores, pero Dostoievski escribió muchas novelas y esas que desconocemos pueden resultar sorprendentes. Dependiendo de los intereses de cada lector, unas lecturas son más provechosas que otras.
Eliminarquien eres?
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