lunes, 9 de junio de 2025

El poder y la gloria (1940), Graham Greene.

 


Un libro peculiar, una crítica desordenada. Mi primer acercamiento a este maestro del thriller, incitado por múltiples recomendaciones de mis amigos lectores.

El autor británico se dedicó de forma temprana a la literatura, aunque tuvo que completar sus ingresos escribiendo una interesante crítica literaria y cinematográfica. También comenzó a trabajar, discretamente, como es lógico, para el MI6 británico, así que cuando nos regala una de espías sabe de lo que se habla. De todo esto resultaron múltiples viajes por África y Latinoamérica y algunas novelas que basculan entre la novela de entretenimiento y eso tan difícil de definir como es la literatura.

La novela que traigo trata sobre un cura perseguido por la justicia mexicana. Nos hallamos en la década de los 30, en una época de represión tras la denominada Guerra Cristera, en la que el gobierno trata de erradicar a la Iglesia, considerada causante de los males del país.

Es un auténtico recorrido psicológico a través de un mal cura, un “paterwhisky”, una persona simple y vulgar colocada en una situación de extrema violencia. Sin embargo, esa situación no empuja al cura al esperado heroísmo, aunque pareciera que al final hay una especie de sacrificio, pero no nos engañemos, nunca deja de ser una persona vulgar que es capaz de sacrificar al otro por un trago de aguardiente.

En el otro extremo están también las contradicciones de la política anticlerical, que Green conoció de primera mano. Se ordenó a todos los sacerdotes casarse. Se cerraron las iglesias y se quemaron imágenes de santos, se sustituyeron las festividades agrícolas religiosas y hasta se prohibió el uso de la palabra “adiós”, sustituida por “salud”. Los sacerdotes que no transigieron, fueron ejecutados o no les quedó otra que huir.

El resultado de esto es una novela angustiante, ambientada en un paisaje húmedo y pantanoso, selvático, preñado de fiebre. Hay alguna reflexión religiosa, quizás una crítica al catolicismo, cierto contraste con el protestantismo. A Greene se le ha tachado a menudo de escritor católico. Sin embargo, la novela no refleja otra cosa que un personaje sucio y vulgar, una persona a la que se le supone, dada su profesión y sus atuendos, una honradez y una bondad que brillan por su ausencia. Quizás al final admite una reconciliación del personaje, como una confesión del mal cura, pero no veo redención de ningún tipo; a mi juicio demasiada vulgaridad. 


Mientras leía esperaba un giro, un arrebato heroico o algo similar, pero predomina el miedo, la estupidez, el afán por sobrevivir. Y es esto lo que a mí más me ha llamado la atención de la novela, la vulgaridad del personaje en cuestión. Si buscamos héroes, estos están en el pueblo, en la gente humilde y analfabeta. Para ellos la religión es un consuelo a su vida miserable.

 

Sé que hay una película, y me apetece verla para contrastar mientras me regalo un buen rato. El libro contiene mucho diálogo, es casi un guion. Interesante contrastar al personaje de Green con el interpretado por Henry Fonda.

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