viernes, 5 de marzo de 2021

¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), Carver.

 Carver da pie a múltiples divagaciones, acerca de la evolución de la novela por ejemplo. Se habla del carácter burgués de la novela del XIX, incluso de la del XX. Por lo general, a lo largo de la historia, los escritores han pertenecido siempre a una clase privilegiada. Para acceder a la cultura se necesita cierto estatus económico, preparación, tiempo libre. Cierto que a veces determinados sectores sociales han disfrutado de dicho acceso, como por ejemplo el clero, o las profesiones liberales, periodistas como Poe o Dickens, médicos como Chéjov. Guardamos la imagen de escritores desgarrados que vivieron en la miseria, pero no hay que olvidar que por aquel entonces la mayoría de la población era analfabeta y el acceso a las letras estaba reservado a una determinada clase social.

Hoy en día, en Occidente, la clase social de la cual surge el escritor ya no está tan marcada; la inmensa mayoría pertenecemos a la clase media baja. Ahora cualquiera puede gozar de una mínima preparación y de la oportunidad de escribir. Digamos que ahora todo el mundo escribe, aunque lo mismo decía Cicerón hace dos mil años.

Y ahí está Carver, un buen representante de esa clase media baja, la que tiene dificultades para llegar a fin de mes, la que pretende un trabajo mejor, si es que lo tiene, la que aspira poco más que a unas buenas vacaciones. Se habla de “realismo sucio” porque a menudo sus relatos transmiten escenas malsonantes, de pobreza y necesidad, pero también hay otros en los que a los personajes les va más o menos bien, con altibajos, como a la mayoría, vamos. Se trata de una realidad reconocible.

El carácter anecdótico es crucial. El primero de los relatos, por ejemplo, titulado Gordo, es una simple escena en la cual una camarera sirve una copiosa comida a un hombre obeso. No sucede nada reseñable, el hombre pide el menú y cierto que consume un número de platos fuera de lo habitual. Luego Carver tirar del hilo con maestría, nadie como él para engatusar al lector, para forzarlo a seguir hacia delante. Los gestos, las actitudes, la sensación general es lo que cuenta. Un relato sencillamente memorable. A mi manera de ver Caver constituye un ejemplo fundamental para aquellos que temen al “papel en blanco”, un temor poco fundado. Si un hombre no encuentra motivos para escribir, ¿por qué escribe?

Luego hay relatos que a unos les gustarán y a otros no. Yo los he leído alternando con otras lecturas. Me sucede así con los relatos, prefiero leer uno, como mucho dos, y parar. Cada relato pide su pausa, no se pueden leer de carrerilla uno detrás de otro.

A veces parece ser el absurdo más manifiesto el que tira de las riendas del relato. En el relato ¿Es usted médico?, un hombre recibe, mientras su mujer está ausente, una llamada equivocada. Carver juega con nuestros deseos más recónditos, con la tensión entre el deseo y el deber. El hombre termina citándose con aquella mujer ofreciéndonos una situación cuando menos extravagante.

En Vecinos, una pareja se queda a cargo de regar las plantas y cuidar del gato de sus vecinos mientras están de vacaciones. ¿Qué haríamos nosotros en su lugar? ¿Hurgaríamos entre sus pertenencias o nos limitaríamos a hacer nuestra labor cada vez que entráramos en su piso?

Algunos relatos pasan para el lector sin pena ni gloria, mientras que otros nos obligan a detenernos con una sonrisa en el rostro. Póngase usted en mi lugar es uno de los segundos. Un hombre ha dejado su trabajo para dedicarse a escribir. Semejante atrevimiento pasa a ser la comidilla de amigos y vecinos. Casi obligado por su mujer, visita a unos conocidos. Como ha llegado a sus oídos que es escritor, le acosan con anécdotas vividas que, según ellos aseguran, constituyen el mejor material para escribir una novela. El relato es sencillamente espectacular. No se puede definir mejor cómo se estructura una historia sin decir absolutamente nada sobre ello, aunque dudo que los escritores en ciernes alcancen a entenderlo.

 

A mi modo de ver los talleres de literatura están muy bien para conocer gente, motivación incluso. Eso sí, para escribir hay que saber leer. Te dirán que para escribir relato corto tienes que pulir tu estilo y enfocarte en el final, encandilar al lector a base de sorpresas. También puedes leer a Carver y aprender a llamar a las cosas por su nombre, sin utilizar adjetivos rebuscados o la mejor metáfora, sin siquiera preocuparte por encontrar el final más espectacular. Simplemente te puedes limitar a definir las sensaciones que te producen tus actividades más cotidianas, tus deseos ocultos, o descifrar el mecanismo que guía tus prejuicios. Carver es, qué duda cabe, todo un clásico.

2 comentarios:

  1. Nunca leí a Carver. Sé que es imperdonable. Tengo en casa De qué hablamos cuando hablamos de amor. Será el primero que lea y puede que, gracias a ti, sea ya.
    Está claro que para escribir hay que haber leído mucho y también estar dispuesto a llamar a las cosas por su nombre, como dices.
    Un beso.

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  2. Solamente he leído Catedral y el presente compendio. Espero que lo disfrutes como yo. No te hagas expectativas. Es probable que encuentres relatos que no te digan nada, pero con que encuentres uno que te deje perpleja por su esencialidad, será suficiente para que lo acojas entre los tuyos. Carver es uno de esos que escribe en busca de la verdad, al menos de la suya. Por eso hay quien lo entronca con Chéjov, o con cualquiera otro de los grandes.
    Besos

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