No
todos los relatos de Poe me provocan como para escribir sobre ellos, no por el
momento. Además, y no sé si por el afán de llevar la contraria, o quizás por el
afán de cultivar una insana, por lo de propia, opinión, el caso que no suelo
concordar con la mayoría a la hora de escoger de entre los clásicos las que yo
considero sus obras maestras. Por poner un ejemplo, he pasado de puntillas por El
pozo y el péndulo, y Manuscrito hallado en una botella me ha dejado más
perplejo que otra cosa. Cuestión de gustos, estados de ánimo, quizás interés o necesidad.
Cierto que El pozo y el péndulo ofrece diferentes lecturas, y a ese relato
estoy convencido de que volveré porque considero que la anécdota de la
inquisición y la tortura no son para Poe otra cosa que una excusa para expresar
las sensaciones de un hombre que se topa frente a frente con el sufrimiento más
atroz, lo cual se puede extrapolar al tipo de sufrimiento que cada cual tenga
por más atroz, yendo por ende más lejos de una primera lectura. No sé, quizás
me excedo; no es más que una opinión, una sensación.
Supongo
que ningún relato de Poe se queda en la superficie de la más o menos intrigante
trama. Volvemos a enfrentarnos a un comienzo al que debemos regresar al
concluir el relato. En un solo párrafo se nos ofrecen las notas esenciales del
protagonista.
Desde
la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura
que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de
burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres
me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del
tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los
acariciaba.
La
ambigüedad se abre camino. ¿Qué lugar ocupa la bondad en el mundo? La
inadaptación a la sociedad rompe el equilibrio del alma humana, vulnerable por
ende a todo tipo de demonios, uno de los cuales puede ser el alcohol, con el
cual Poe debió de tener una relación un tanto singular.
…(enrojezco
al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por
culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico,
irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a
hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias
personales.
Mi
enfermedad, empero, se agravaba ―pues, ¿qué enfermedad es
comparable al alcohol?―
Al
punto se apoderó de mí una furia demoniaca y ya no supe lo que hacía. Fue como
si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que
diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando
del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre
animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo.
El final
no tiene desperdicio, y es la intriga casi policíaca la que otorga la fama a
Poe y su relato cuando a mí lo que más me ha llamado la atención es la caída
del personaje en el abismo. Son las preguntas esenciales y no otra cosa lo que
yo aquí quiero destacar de Poe.
Y
entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la
PERVERSIDAD. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo,
tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los
impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias
indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre.
¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía
una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No
hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen
sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho
de serlo?
A
todo esto, olvidé decir que el protagonista del relato es un gato.
Advierto
al lector que es probable que vuelva a leer este relato y me salga una reseña
completamente diferente. Perdóname, si gustas, pero es que no soy otra cosa que
un lector curioso y defenderé, a capa y espada si es necesario, lo único de que
dispongo, mi independencia.
Desmenuzar a Poe podría ser muy largo. Y además eso de "desmenuzar", en su caso, sería redundar en lo truculento (con lo que se le simplifica muchas veces, entre otras cosas por detalles como el final del Gato negro...)
ResponderEliminarLa parte detectivesca está más presente en otros cuentos (es sabido que él inventó el género). Lo sicológico es lo que le define bien, a fin de cuentas, así que acertaste al centrarte en eso.
No es que sus relatos mejores no sean los más conocidos. Es que hasta los poco conocidos son buenos. Aunque también escribió alguno más flojo, digamos que por necesidades de relleno (o económicas, según)
Todo gran escritor tiene trabajos prescindibles. Supongo que se trata de la evolución natural de un profesional de las letras. Ni qué decir que no hay que obviar las circunstancias del escritor y su personal relación con la escritura. Poe se vio obligado muchas veces a escribir, como muchos otros escritores dedicados.
EliminarAparte estas nimiedades, es un placer comprobar que otros tienen un parecer semejante porque el sentir general del lector con respecto a Poe se dirige más a la trama que al "entramado" psicológico, motor evidente de un relato que aborda los límites de la conciencia de forma espectacular.