Nada
más lejos que la realidad hostil con la que se enfrentaron escritores
desgarrados como Poe, Dostoievski o Kafka. Los prefiero con mucho a estos
últimos, pero, ¿es necesario que el escritor sufra una vida turbulenta para
generar esa literatura a la que pretendemos ponerle mayúsculas? No os pido que
contestéis porque no es precisa una respuesta. Por eso he escogido este párrafo,
especialmente significativo, para definir la autobiografía de Edith. Yo, en lo
primordial, estoy completamente de acuerdo con Goethe, no se puede alcanzar la
sabiduría sino por el camino del sufrimiento.
Edith
Wharton es una mujer no solo rica sino también afortunada en todas las facetas
de la vida, lo cual ella, cabalmente, reconoce. Dedica su vida a lo que le apasiona,
la lectura, el arte, los viajes. De hecho pasa media parte de su vida viajando.
Tengo que reconocer que me ha resultado francamente insoportable el relato de
sus estancias en mansiones y hoteles de lujo de la Toscana, la Riviera
Francesa, Londres o cualquier otro punto altisonante del planeta. Al mismo
tiempo también me ha chirriado que la gente humilde sea ignorada por completo y
que con motivo de la Primera Guerra Mundial Edith se autorretrate como heroína
ayudando a las víctimas de la guerra. Ni le falta el dinero ni el amor, mucho
menos las amistades, pues vive rodeada de personajes poderosos, famosos e
influyentes. De hecho alcanza un éxito literario meteórico debido a libros
completamente alejados de la literatura. Obvio que camina por llano.
Aún
me queda por leer a Edith, y tengo que decir aquí que Ethan Frome me parece una
fantástica nouvelle, que quizás baste por sí sola para otorgarle un nicho en el
olimpo de los clásicos. En el resto de su obra, que apenas he ojeado, encuentro
atractivos oblicuos para el público femenino. Como ejemplo, la propia Edith
reconoce la influencia materna:
…y
mi madre, cuya memoria para los detalles del vestir era inagotable, me contó
que ella se tocaba con un sombrero de castor que tenía prendida al sesgo una
pluma de avestruz, más un velo verde para protegerse el cutis,…
Por
lo demás, me encanta de esta autobiografía que lo literario ocupe el centro de
todo. Solamente importa lo literario. Si un asunto de su vida no tiene relación
con su trabajo como escritora pasa desapercibido. La creación, todos los
aspectos que la rodean y todos los amigos que contribuyen a su fundamento
ocupan un lugar central. Su relación con Henry James merece un capítulo extra,
y en definitiva fue esta relación la que me llevó a ahondar en Edith.
Es
particularmente lamentable, tratándose de Henry James, que nadie entre sus
íntimos tuviese mentalidad de cronista, o más bien que quienes la tenían no la
aplicasen a anotar su conversación, pues yo nunca he conocido otro caso en el
cual lo que un autor dice de palabra y lo que escribe en sus libros se amplíe y
complemente de manera recíproca. El talento es muchas veces una excrecencia
ornamental; pero la cualidad vagamente llamada genio usualmente irradia a todo
el personaje. «Con sólo que se cortara las uñas ―fue la llana frase que Goethe
dedicó a Schiller―, uno veía al instante que era un hombre superior a los
demás.»
Termino
con una fabulosa crítica de Henry James a parte de los trabajos de Edith y que
sirve como alabanza y simpatía para con la gente sincera:
«Te
felicito de corazón, querida, por la forma en que has recogido las frases
literarias más viejas y gastadas que han pasado los últimos veinte años tiradas
por las calles de París, y has conseguido meterlas todas en esas pocas
páginas.» Pero a esta desoladora repulsa, comentando posteriormente la
narración con uno de mis amigos, añadió con más seriedad y singular buen sentido:
«Un horroroso episodio en su carrera. Pero no debe volver a hacerlo nunca.»
Probablemente, después de haber sufrido y por ende evolucionado, uno ha crecido más en su interior, y tiene más que decir desde dentro, ese otro mundo. Por eso no necesita tanto la inspiración externa (grandes mansiones etc en este caso), por eso incluso busca muchas veces la soledad física (Kafka por ejemplo en sus noches solitarias en vela), donde puede ya encontrar lo que tiene que contar.
ResponderEliminarTal vez no es absolutamente necesario haber sufrido para escribir novelas en mayúsculas, pero seguramente estas se escriben más desde el foco interior que desde el foco exterior de alguien que conoce poco más que la opulencia y no se ha enfrentado a sus demonios.
Un saludo,
Lidia
El tema da más de sí de lo que a simple vista pueda parecer, Lidia. Es más, me atrevo a apuntar que Edith Wharton se adapta al entorno social en el que vive, profundamente hipócrita, y que su autobiografía es un reflejo de dicha hipocresía. Todo lo que refleja es armonía y buen tono, pero probablemente sus demonios interiores se nos ocultan.
EliminarDe todas maneras, la reflexión en torno a la lectura no solo es positiva sino necesaria para progresar.
Un saludo y gracias por leer y comentar.
Rubén
Excelente publicação!
ResponderEliminarGracias por tu lectura Marina.
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