Una virtud hay que quiero
mucho, una sola. Se llama obstinación. Todas las demás, sobre las que leemos en
los libros y oímos hablar a los maestros, no me interesan tanto. En el fondo se
podría englobar todo ese sinfín de virtudes que ha inventado el hombre en un
solo nombre. Virtud es: obediencia. La cuestión es a quién se obedece. La
obstinación también es obediencia. Todas las demás virtudes, tan apreciadas y
ensalzadas, son obediencia a leyes dictadas por los hombres. Tan solo la
obstinación no pregunta por esas leyes. El que es obstinado obedece a otra ley,
a una sola, absolutamente sagrada, a la ley que lleva en sí mismo, al «propio sentido».
¡Lástima
que la obstinación sea tan poco apreciada! ¿Acaso goza de estima? ¡Oh, no!
Incluso se la considera un vicio o al menos un lamentable desmán. Sólo se la
designa por su hermoso nombre cuando molesta y suscita al odio. (Por cierto que
las verdaderas virtudes siempre molestan y suscitan odio. Véase Sócrates,
Jesús, Giordano Bruno y todos los demás obstinados).
Obstinación en alemán es «Eigensinn», palabra compuesta que
literalmente significa «propio
sentido». Dentro de la novela Obstinación
no es en realidad más que un pequeño ensayo o artículo. Supongo que da nombre a
este compendio de relatos y artículos porque define bien el espíritu individualista
que anida en Hesse.
Es muy probable que el
lector encuentre extraños muchos de los escritos de Hesse. A mí me parece un
ejemplo de escritor honesto, comprometido con su arte y en continua búsqueda de
sí mismo. Tanto es así que los cuatro primeros relatos de este volumen no son
otra cosa que cuatro pequeñas autobiografías escritas en diferentes fechas, que
harán las delicias del aficionado a Hesse. Otros relatos describen a la rara
especie del genio, del poeta o del héroe. Jamás encontré mejores descripciones
acerca de este tipo humano, vilipendiado en vida y agasajado con honores una
vez muerto. Estos ejemplos son solo unos pocos, que tengo a mano después de la
lectura:
Con el poeta sucedía lo
mismo que con el héroe y con todos los personajes y ambiciones fuertes y
hermosos, audaces y extraordinarios: en el pasado eran magníficos, en todos los
libros de texto se cantaban sus excelencias, pero en el presente y en la
realidad se les odiaba, y probablemente los profesores estaban empleados y
formados precisamente para impedir en lo posible el desarrollo de seres
admirables y libres y hechos grandes y magníficos.
Y lo más curioso es que
aquellos pocos que han desdeñado esas leyes arbitrarias para seguir las suyas
propias, las naturales, han sido siempre condenados y lapidados, aunque luego
fuesen venerados, precisamente ellos, como héroes y libertadores La misma
Humanidad que ensalza y exige de los vivos, como suprema virtud, la obediencia
a sus leyes arbitrarias, esa misma Humanidad acoge en su eterno panteón a los
que desafiaron aquellas órdenes y prefirieron perder la vida a ser infieles a
su «propio sentido».
También hace una excelsa
crítica del poeta actual, aquel que se ha adaptado a la sociedad. Hace cien
años de la descripción. Hoy no se usa el término burgués, pero igualmente sirve:
En vez de vivir en
buhardillas, comer cortezas de pan y escupir sobre las cabezas de los
burgueses, los poetas nos habíamos convertido en señores agradables que casi
podían aparecer en sociedad y que formulaban frases ingeniosas sobre las
cuestiones del día, algún chiste y alguna leve y graciosa ironía.
Otros textos recogen
reflexiones políticas sobre la situación de Alemania a lo largo del transcurso
de las dos guerras mundiales. Hesse siempre se opuso a la guerra, lo cual le
granjeó grandes enemigos en Alemania.
Algunos pequeños diarios
le servían a Hesse para combatir los períodos de decadencia creativa. Aquí nos
habla de la marcha de algunos de sus trabajos, como es el caso de Sidharta o el
Juego de Abalorios. Encontramos aquí desahogos que nunca encontramos en sus
novelas, someramente menciona a sus parientes, padres, hermanos, a sus mujeres
e incluso a sus hijos.
Al final algunas
bagatelas, sus palabras con motivo del banquete de la ceremonia del Premio
Nobel, o con el motivo del Premio de la Paz concedido por los libreros alemanes
(a tener en cuenta que aceptó tres premios, Premio Goethe, Premio Nobel y
Premio de la Paz, pero no se sometió al ceremonial y no fue a recogerlos ni a
Francfort ni a Estocolmo).
A decir verdad que yo
prefiero las confesiones que lleva a cabo en la soledad de su cuarto.
Mis conocidos y los
críticos de mis obras opinan casi todos que soy un hombre sin principios. Por
algunas observaciones y pasajes ocasionales de mis libros deducen estas
personas tan poco sagaces que llevo una vida intolerablemente libre, cómoda y
desordenada. Porque por la mañana me gusta levantarme tarde, porque ante las
dificultades de la vida me permito de vez en cuando una botella de vino, porque
no recibo ni hago visitas y por menudencias semejantes deducen estos malos
observadores que soy un hombre blando, cómodo, caótico, que cede a todos los
caprichos, no emprende nada y lleva una vida inmoral y libertina. Pero sólo
dicen estas cosas porque les irrita y les parece insolente que no reniegue de
mis costumbres y vicios ni los oculte. Si yo fingiera ante el mundo, lo que
sería fácil, una conducta ordenada, burguesa, si pegara una etiqueta de agua de
colonia en la botella de vino, si en lugar de decir a mis visitas que me
molestan, les mintiese pretendiendo que no estoy en casa, en una palabra, si
engañara y mintiera, mi fama sería óptima y pronto me concederían el título de honoris
causa.
La verdad sea dicha que
no es este el lugar adecuado para empezar con Hesse, sino un punto más en el
camino de aquellos que ya han descubierto al maestro. Los habrá que se hayan
embarcado con Hesse a partir de El lobo estepario, y que se hayan echado atrás,
pero el núcleo duro de Hesse está en la búsqueda de sí mismo, en aquellas
pequeñas novelas que expresan la pugna de un muchacho preñado de ideas
románticas que trata de conectar con la sociedad, el punto de partida para leer
a Hesse está en Bajo las ruedas, Demian, Peter Camentzind o El último verano de
Klingsor. ¡Disfruten!
He leído todas esas novelas que mencionas, además de "Siddhartha", y la verdad es que la que más me costó lee y menos me gustó fue "El lobo estepario". Mi preferida es, sin duda, "Demian", pero es que a mí todo lo relativo al mito de Caín y Abel me fascina.
ResponderEliminarEste libro que dices, no lo he leído y me imagino que es porque el relato nunca me ha atraído y por la época en que leí al autor, menos aún.
Tomo nota porque las citas que pones son muy buenas. Esa veneración una vez muertas a personas que se vituperó en vida es muy común. Imagino que una vez desaparecidos dejan de ser peligrosos para envidiosos y demás mediocres.
Un beso.
Obstinación es una compilación de fragmentos. No está pues, entre las obras emblemáticas del maestro. Más bien para aquellos que encajamos en su ideología. Un autor al que regresar...
EliminarBesos
En mi caso frecuenté a Hesse en mi primera época universitaria y destacaría lo que su literatura tuvo de epifanía. Sin embargo, me fue dejando con el tiempo un poso de hiel, porque a mi me sugieren Sidharta, El lobo estepario y otras obras de Hesse, un viaje a la introspección para el que no siempre es grato encomendarse. Este dejo también me lo produce la literatura de Marai, otro de los maestros de la literatura europea. Todos pasan por nuestro distinto tamiz subjetivo. Me ha encantado cómo diseccionas este libro, Rubén compendio de fragmentos. Queda patente tu admiración y cómo decantas las reflexiones del maestro. Casi todas para tomar notas, pero la de los poetas, colosal.
ResponderEliminarSupongo que Hesse escribe para encontrarse y supongo también que habrá lectores que no se sientan cómodos en tal tesitura. A mí con Hesse me pasa que voy y vuelvo, y siempre encuentro puntos de contacto e interés.
EliminarHola Ruben,
ResponderEliminaryo encontré hace poco una edición viejuna de Demian y Bajo las Ruedas en casa de mi suegro, rápidamente la aparté para mi hucha de clásicos.
No he leído todavía nada de Hesse, deseando estoy. Falta de tiempo y otras lecturas, en fin, las leeré seguro. Es lo bueno que tiene leer, que nunca se acaba.
Siempre me gustan tus reseñas y la selección de tus párrafos. Esta última, con esos párrafos,no sé, agito mi ánima.
Por cierto, quizás no es el canal. Pero, hace días que leí, Elvira. También tiene grandes párrafos, me gusto mucho.
Un saludo
Muy buenas Rafael,
EliminarGratamente sorprendido por tu lectura de "Elvira", que cuando se reedité se titulará "La seguridad conduce al mal". Tengo que leer menos y escribir más, pero me faltan motivaciones y lectores.
En cuanto a Hesse, cada cual encuentra su camino en la lectura. En dicho camino Hesse es, para mi, uno de los hitos más relevantes, en cuanto encontré en su lectura muchos temas concomitantes. Ojalá lo disfrutes, Demian y Bajo las ruedas son de sus obras más interesantes. Hesse se leerá dentro de 200 años.
Saludos
Añoro vitalmente cuando Hermann Hesse era tan popular entre los jóvenes como para estar en los supermercados sus libros. Hesse era omnipresente. Eran los años setenta del siglo pasado. Yo me negaba a leerlo, como a veces me ha pasado con otros éxitos populares. Posteriormente leí Sidharta y hace unos quince años Demián que me pareció ya lejos de nuestro tiempo. Las ideas o inquietudes de Hesse, pienso que quedan muy lejanas de las concepciones actuales. Hace muchos años recomendaba Sidharta a mis alumnos del BUP y les gustaba. Hoy son lecturas que nos resultan extrañas por esa búsqueda de la interioridad, de la autenticidad y de un claro espiritualismo que cuadra más bien poco con los móviles y los centros comerciales. Por eso digo que añoro cuando los jóvenes se entusiasmaban y se inspiraban en sus textos siéndoles de primera magnitud para sus inquietudes existenciales. Mi lectura de Demian fue bastante decepcionante, recuerdo. Un cordial saludo.
ResponderEliminarDemian es una novela digamos que extraña en sus planteamientos y devenir. Yo nací en el 74 y conocí a Hesse de casualidad, supongo que atraído por el fabuloso título de "El lobo estepario". Luego mi novela ideal de Hesse ha sido "Bajo las ruedas", para mí la más preciada, la que realmente me hizo bucear en el resto. Yo creo que sigue de actualidad, de moda obviamente que no. Entiendo que no se puede pasar por alto la irrupción de las redes sociales, de las nuevas tecnologías,... pero la necesidad de encontrarse seguirá ahí. Quizás algún perdido, como lo fui yo, se detenga en Hesse. A mí, cuando menos, me ofreció algo que rara vez ofrece una actividad como la lectura, me hizo ver que no estaba solo en el mundo.
EliminarSaludos.
Hola .. con todo lo que he leído en este rato de ustedes , sentí que compartía en grupo .. el espíritu gregario al que Hesse siempre se negó , sin embargo buscaba almas y espíritus libres , y con ellos si era gregario .. yo tuve l sensación de que todo lo que leía del maestro lo escribía para mí , me devoraba los libros y un tiempo estuve paranoico pensando , creyendo , que me jugaba una broma al leer lo que leía , mirar hacía los lados pensando en que me observaban otros para ver mis reacciones ante la lectura ... Y claro , me sentía solo !!! ... Muy solo !!! con mi mundo interior que hasta ese momento no me lo creía , estaba creciendo y queriendo creer en mi .. y no entendía por qué no me entendían .. y claro , para sorpresa estaba siendo leído , escuchado , acogido y comprendido en mis fragilidades internas ... Eternamente agradecido , un buscador de si mismo hasta el día de hoy , me emociono ...
EliminarHesse escribía para sí mismo, y en ello lo invertía todo. Por eso llega a nosotros. Es la magia de los grandes escritores. No pasa lo mismo cuando el escritor está preocupado por qué dirán sus semejantes. Entonces guarda la mayor parte de sí en el cajón. Un placer encontrar concomitancias.
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