¡Oh,
lector, hipócrita lector! ¡mi semejante! ¡mi hermano!
Cuán
a menudo recuerdo estas palabras de Baudelaire. Estos días se
ha desatado una agria polémica en la que autores de moda, que complementan sus
ingresos con columnas periodísticas, debaten acerca de Galdós y la calidad
literaria. Brindemos por la polémica, pues ya en sí tiene su mérito en un
tiempo en el que la crítica literaria brilla por su estulticia.
Si
queréis mi opinión, os diré que me gusta Galdós, y que no me parece que esté
sobrevalorado, pero una cosa es alabar Misericordia o Doña Perfecta, y otra
bien distinta aseverar que todas y cada una de sus novelitas conformen una obra
maestra. Ningún escritor ha escrito cien obras maestras. Lo mismo se puede
decir de Baroja o Balzac.
Los
motivos que bautizan como clásica una novela (valga para cualquier otra obra de
arte), nos son inalcanzables. Unas veces se debe, sencillamente, a su extraordinaria
calidad literaria. Otras, en cambio, no, obviamente. No creo que podamos
asegurar que Julio Verne escribiera como los ángeles, y sin embargo sus novelas
emocionaron, emocionan y emocionarán, a millones de lectores, ¡afortunadamente!
Los
motivos por los que Fitzgerald se ha convertido en un clásico no nos pasan
desapercibidos. Su temática, la forma de narrar, su estilo hollywoodiense.
Reconozco que El gran Gatsby es una novela eléctrica y divertida, realmente
amena e interesante, la mejor muestra que pueda darse de ese estilo
hollywoodiense de mediados del siglo XX. Recuerdo que me dejó un tanto
desconcertado, y que mis críticas no gustaron a los lectores. Yo no encuentro
muy razonable defender una novela basándose en las críticas que otros han
escrito y que figuran ya como citas en el mármol, aunque cierto que nos pueden
servir como escalones para ascender (o descender). Yo prefiero, por regla
general, analizar por mi cuenta y riesgo, todavía más aquí, en este blog, en el
cual estoy de paso.
Suave
es la noche llegó a mis oídos como una novela diferente de Fitzgerald, más
emotiva y personal, con introspección y detalles autobiográficos. Ojeando otras
reseñas, prácticamente todas coinciden en ensalzar una novela ejemplar en
cuanto a su estilo y maneras, pero además también suelen hablar de amenidad, de
lectura entretenida, aunque hay quien también señala saltos en el tiempo que
pueden llevar al despiste. Yo no encuentro que la estructura sea compleja sino
más bien sencilla, y además me ha costado horrores terminarla. Yo creo que si
no es por este blog la hubiera abandonado. No he encontrado ese desgarro emocional
anunciado aquí y acullá, el tratamiento de la esquizofrenia se me ha presentado
burdo y superficial, ni tan siquiera me he visto atrapado por una trama desprovista
de cambios de ritmo o golpes de efecto. Lo peor de todo que no intuyo detalles
autobiográficos, aunque, y aquí llega el momento de la disculpa, no estoy
preparado en absoluto para calibrar semejantes aseveraciones; tan solo es una
intuición.
Cierto
que también intuyo mimbres en Fitzgerald, suelta perlas abundantes, su prosa
está llena de altibajos. Hay ocasiones en las que logra fabulosas comparaciones,
hay momentos en los que describe de forma genial los caracteres, pero todo ello
se pierde y difumina en vagas generalidades, en una historia que sí, que pinta
muy bien para un film pero que a mí no me convence; obviamente que sí a
millones de lectores. Dicho de otra manera, palidece, por poner un ejemplo, al
lado de Turguéniev.
Pero
eso fue durante el día. Al llegar la tarde, como era inevitable, ya no se
sentía con tantas energías, su estado de ánimo sufrió un bajón y las flechas
que había lanzado se perdieron en el crepúsculo.
¿Dick
Diver es Fitzgerald? ¿Nicole es Zelda? Yo no me creo ni al uno ni al otro, sí
me los creo como personajes de una película, pero no entiendo que sean
personajes ni mucho menos redondos. Dick, un hombre con un talento
extraordinario que llega a lo más alto de una disciplina tan exigente como la
psiquiatría, es al mismo tiempo un auténtico galán, extrovertido, simpático,
durante años el alma de cualquier fiesta. Allá cada cual con sus creencias. Me
consta que hay quien se cree a la co-protagonista del Código Da Vinci de Dan
Brown, ¿y por qué no? No hay verdades absolutas en literatura.
Sí,
quizás me equivoque, pero tengo la convicción de que ya le he rendido honores a
Fitzgerald. A mi modo de ver, no se le puede rendir mayor honor a un escritor
que leerlo con detenimiento. Luego ya, hablar bien de él, con todos mis
respetos, una vez muerto, ¡ni siquiera se trata de adularle!
En
mi humilde opinión pienso que Fitzgerald hubiera podido escribir grandes
novelas si se hubiera involucrado personalmente, pero entiendo que es una
difícil opción y, de hecho, diga lo que yo diga, Fitzgerald ya figura en el
Olimpo de los Dioses.
He
observado que algunos lectores se han apoyado en otras opiniones, como por
ejemplo la crítica entusiasta de Vila-Matas
Qué
duda cabe que se trata de una opinión más elaborada que la mía, de un profesional
de las letras.
A mí también me gusta Galdós y lo he leído bastante. Por cierto, la segunda vez que leí "Misericordia" me decepcionó mucho y lo más curioso es que nos pasó a todos los de la tertulia del instituto. Todos la recordábamos como una obra maestra y terminamos de acuerdo en que no era para tanto.
ResponderEliminarDesde luego, "El gran Gatsby" me gustó mucho más. Creo que es "la obra" de Fitgerald. Pero "Suave es la noche, también me gustó mucho. No iba buscando a l autor o a Zelda en los personajes y me gustó sobre todo esa parte de hastiada frivolidad del principio, en la Costa Azul. También su historia de amor imposible y complicada. Aunque hace muchos años que la leí y podría cambiar de opinión de leerla de nuevo. Ando pendiente de "A este lado del paraíso". A ver si me decido.
Un beso.
Hola.
ResponderEliminarNo conocía el libro y tengo que decir que no leo este tipo de libros, ya que no me llaman, pero gracias por la reseña.
Por cierto, acabo de encontrar tu blog y me quedo por aquí. Te invito a pasarte por el mio.
Nos leemos.