Varias veces abordé esta
novela sin éxito. Le falta el gancho de otros trabajos del maestro. Escrita
durante la II Guerra Mundial, parece ser que Hesse se evade y crea un mundo a
su medida.
Tras la pérdida de la
hegemonía Europa se refugia en el espíritu, una nueva Institución destaca por
encima de las demás, Castalia, dedicada por entero a un extraño juego
indefinido, contemplativo, que mezcla música, matemáticas y otras disciplinas y
que, de una manera extraña, participa y guía la sociedad.
Me costó darme cuenta de
que estaba leyendo ciencia ficción, y es que por momentos la novela adquiere
tintes de ensayo. Se estructura como una biografía, la de un líder del juego de
los abalorios, José Knetch. Por un momento imaginamos que Hesse nos va a
regalar con otro de sus bildungsroman, pero no, Knetch tiene poco que ver con los
personajes que luchan al mismo tiempo por encajar y huir de la sociedad de los
hombres. Diríase incluso que Knetch es un “iluminado”, un Buda, un hombre que
ha “despertado”. De hecho, Knetch es un hombre con un talento especial para
resultar agradable a los demás, para ser amado.
Entrar en la novela
cuesta. Los primeros fragmentos son áridos al tiempo que definitorios. Nos
hallamos en el año 2400, de forma satírica se nos presenta una Europa decadente
en la que, sin embargo, surge el juego de los abalorios. La definición que se
nos ofrece al principio es prácticamente la más completa a la que podemos
aspirar:
Muy principal entre ellas
fue la más joven de las ciencias: la historia de la música y de la estética
musical; luego, el vuelo casi inmediato de las matemáticas; a él se agregó una
gota de aceite de la sabiduría de los Peregrinos de Oriente.
El juego de los abalorios
marca el fin de una época sensual que denomina “folletinesca” y el inicio de
otra en la que predomina el cultivo del espíritu.
La trama es compleja,
tenue. Obvio que es novela para los ya “iniciados” en Hesse. Con una lectura
atenta reconoceremos muchas de las líneas que atraviesan toda su obra, la
sátira social, la crítica de las profesiones liberales, de la enseñanza, la
búsqueda de la perfección espiritual.
Sin embargo no todo es
perfecto en la nueva sociedad. El juego de los abalorios es dirigido por una
casta que vive alejada de la sociedad. Se convierte en una especie de religión.
Por eso la novela se estructura como una biografía, la de José Knetch, un
hombre que alcanza categoría de leyenda, al nivel de Jesús o Buda, y que viene
a darle un giro radical a la trayectoria errática del juego de los abalorios.
José Knetch entonces me
ha recordado las lecturas de Asimov y su conocida Fundación. El juego de los
abalorios había alcanzado su punto culminante para entrar en decadencia, y José
Knetch será el hombre clave, el visionario que, retomando las olvidadas
ciencias históricas, trate de darle a la situación un giro crucial para así
ayudar, de una manera extraña, diríase religiosa, a la humanidad.
No temáis al spoiler. No
creo que los lectores que temen a una tan ridícula anticipación sean lectores
de esta novela. Al contrario que Asimov, Hesse se regodea en plantear sus
tesis. Y la verdad que si buscamos los escasos puntos fuertes de la novela
están ahí, en la filosofía de Hesse, en su forma de entender la cultura y la
sociedad. Por poner un ejemplo, tiene fragmentos maravillosos acerca de su
ideal de enseñanza humanística:
Las autoridades conceden
a estos individuos polifacéticos una libertad que linda con lo paradisíaco, con
tal que no incurran en holgazanería: el estudioso puede ensayarse a su gusto en
todas las ciencias que le atraigan, simultanear los campos de aplicación más
diversos, enamorarse a la vez de seis u ocho materias, o limitarse desde el
principio a una elección más reducida; fuera del respeto a las normas generales
de vida vigentes en la “provincia” y en la Orden, no se le exige más que una
memoria anual sobre las conferencias oídas, sobre lo que ha leído y sobre el
trabajo realizado en los institutos.
Un Hesse difícil y
extraño, muy reflexivo, muy profundo, árido. Hesse ha evolucionado, quizás se
ha separado de los lectores y ya solo escribe para sí, pero seguimos
reconociendo a ese Hesse que bucea en su interior para encontrarse, el talento
que nos encandiló desde su Peter Camenzind.
Una forma semejante de
realidad aumentada tiene mi “despertar” para mí, de ahí su nombre; en esas
horas tengo la sensación de haber estado durante mucho tiempo durmiendo o medio
dormido, pero de estar de pronto despierto, lúcido y receptivo como nunca
antes.
Cuánto hace que no leo a Hermann Hesse. Esta novela ni siquiera me sonaba. Si a ti te ha costado entrarle quiere decir que no es fácil de leer. No es que me asusten las dificultades literarias, pero en la situación en la que nos encontramos, necesito que una novela me atrape. No me importa que cuente una historia dura y difícil, pero necesito que me tenga enganchada.
ResponderEliminarUn abrazo y a cuidarse.
A mí me parece fundamental en un escritor que trate de ganarse al lector, que lo entretenga al tiempo que expone sus tesis, ideas, o lo que quiera que trate de comunicar al otro o a sí mismo. Esta no es una novela que atrape, y fíjate que es Hesse escribiendo ciencia-ficción, ciertamente sin dejar de ser Hesse.
EliminarCuídate mucho Rosa, un fuerte abrazo.
Novela de mediados del siglo XX para ser leída a mediados del siglo XXI.
ResponderEliminarUna joya literaria, profética y visionaria.