martes, 15 de septiembre de 2020

Un héroe de nuestro tiempo (1840), Lermontov

 


Una novela interesante en cuanto amplía el panorama de la literatura rusa. Ecos byronianos y una gran profundidad psicológica, que quizás es lo que más destaca en la literatura rusa en general, un gran interés por la conducta del individuo.

Se trata de una novela romántica, de aventuras. En Rusia se tuvo como una continuación del Eugenio Onegin de Pushkin, pero Lermontov escribe en prosa y no en verso. Todos los grandes rusos han leído esta novela, y de alguna manera le son deudores.

El protagonista absoluto de la novela es Pechorin, un representante de la aristocracia rusa que es destinado al Cáucaso como castigo. Parece ser que Pechorin tiene mucho del propio Lermontov, lo cual hay que tener muy en cuenta porque se trata de un carácter poco común. También apuntar que cuando se mezcla lo autobiográfico con la ficción las novelas adquieren una fuerza especial que se percibe.

La descripción del paisaje montañoso es estupenda, así como de las gentes que lo habitan. Se puede hablar de libro de viajes o de aventuras. La arquitectura narrativa adquiere cierta complejidad. Se pueden separar cinco historias que tienen siempre al mismo protagonista. Las dos primeras parten de personajes que descubren de una u otra manera a Pechorin, los tres últimos son el diario del protagonista, lleno de tremendas confesiones. Pechorin es un hombre audaz, intrépido, inteligente, bien parecido, un verdadero sinvergüenza. Conquista a las mujeres para luego despreciarlas, o simplemente que se aburre de ellas. Su comportamiento es irracional, pasional. Al mismo tiempo que se gana a la gente, también se gana su animadversión. Resuelve sus asuntos con duelos. Al igual que Pushkin, Lermontov muere joven, víctima de un duelo.

Nada le da satisfacción, así que busca el peligro con la finalidad de ahogar el tedio de la vida, el aburrimiento. Es un hombre lleno de contradicciones, mezquino en su actuar, y sin embargo su actitud, aunque dudosa, aunque nos repele, se equipara a la de los demás, se jusfitica.

 

La introspección psicológica es fundamental. La vida carece de valor para Pechorin. Ahonda en el nihilismo en boga.

 

… podíamos no haber llegado, pero, sin embargo, llegamos; y si todos los hombres razonaran más a menudo, se convencerían de que la vida no merece que uno se preocupe tanto de ella…

 

Este otro párrafo resulta conmovedor por la sinceridad temeraria de Pechorin.

 

No sé si soy un necio o un malvado; pero la pura verdad es que también soy muy digno de compasión, tal vez más que ella: mi alma está depravada por el mundo, mi imaginación es inquieta, mi corazón insaciable; nada me basta; me acostumbro a la amargura tan fácilmente como al deleite, y mi vida se hace más huera cada día; tan sólo me queda un recurso: viajar. En cuanto haya ocasión, me marcharé, pero no a Europa, ¡Dios me libre! Iré a América, a Arabia, a la India, tal vez encuentre la muerte por el camino, en cualquier parte.

 

Pechorin no teme a la contradicción.

 

«Hace tiempo que no vivo con el corazón sino con la cabeza. Considero y analizo mis actos y mis pasiones con gran curiosidad, pero sin tomar parte activa. En mí viven dos personas, una lo hace en el pleno sentido de la palabra y la otra piensa y juzga a la otra».

 

Pese a su fuerza, pese a su capacidad de adaptación, luego se enemista con unos y otros para terminar en soledad. A menudo se expone a la muerte, o expone a otros a la misma. La vida no le parece valiosa.

Más que a nada, teme a la mediocridad.

 

«Son muchas las personas que al comenzar su vida piensan terminarla como Alejandro Magno o como Byron, y sin embargo no logran salir de consejeros titulados.»

 


Quizás haya que situar la novela en el contexto de los años treinta, en medio de la asfixiante atmósfera creada por el régimen del zar Nicolás. Cualquier pensamiento progresista podía parecer sospechoso.

En suma, novela interesante, que tiene gancho. Ayuda, y mucho, a comprender el modo de vida ruso. Otro gran desconocido para el lector europeo, que no para el ruso. He seleccionado muchos fragmentos. Entretenimiento y reflexión, calidad.

 

2 comentarios:

  1. No he leído nada de Lemontov. Este libro que hoy compartes lo tengo visto en casa de mi padre, pero nunca me dio por leerlo. Ahora podría ser un buen momento.
    Un beso.

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    1. No lo recomiendo con entusiasmo pero a mí me ha entretenido mucho. A veces pienso que habrá pocos lectores que disfruten con las lecturas que yo hago. Desde luego que cada lector es un mundo. Yo desde luego no disfruto con las novelas que están de actualidad. Cada cual tiene que buscar su camino y encontrar a sus autores. Supongo que un blog de lecturas viene a ser como piedrecitas que uno va dejando, como migas de pan que quizás solo sirvan al que las deja.

      Besos

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