martes, 3 de noviembre de 2020

Padres e hijos (1862), Turguéniev



      ―Y bien, hermano ―Le decía―. Exponme tu criterio sobre la vida. Porque se dice que en vosotros reside toda la fuerza y el porvenir de Rusia, que de vosotros arrancará una nueva época en la historia y que vosotros nos daréis la verdadera lengua y las leyes.

El mujik, o no respondía nada o balbucía palabras como:

     ―Nosotros pudemus… también, porque…, o sea, así lo hemos diterminado…

     ―Pero tú explícame qué significa vuestro mundo ―le interrumpió Basarov―. ¿De verdad es ese mismo mundo que descansa sobre tres peces?

     ―Es la tierra, padrecito, la que reposa sobre tres peces ―se explicaba el mujik con armonioso tono patriarcal y bondadoso―. Y frente a nuestro mundo, ya se sabe, está la voluntad de los señores, porque vosotros sois nuestros padres. Y cuanto más severo y exigente sea el señor, tanto mejor para el mujik.


    Un buen párrafo para iniciar una reseña de un libro que no tiene una temática tan definida como se pueda creer de antemano.

    Reza la crítica que se trata de la mejor obra de Turguéniev, aunque dicha afirmación puede ser puesta en tela de juicio, como toda apreciación subjetiva. A mi modo de ver Mi primer amor o Lluvias primaverales tienen una fuerza mucho mayor, contenido autobiográfico por doquier. También lo tiene la presente, pero en menor medida. De lo poco que he podido estudiar, colijo que esta obra generó una enorme polémica en la época por los temas tratados, lo cual suele ser un argumento de peso para la gestación de la opinión, y valga la aparente contradicción. Como ejemplo contrario a mi pasajera opinión la enorme consideración en que la tuvo Nabokov, que probablemente la estimó por eso mismo, por alejarse de sus obsesiones.

     Ello no es óbice para que nos enfrentemos a una novela muy recomendable, deliciosa, como casi todas las del maestro. Estoy seguro de que mi contradictoria opinión será el mejor acicate para su lectura.


     Hay un personaje que lo ocupa todo, el carismático Basárov. Nihilista, inteligente, una fuerza arrebatadora dirige cada uno de sus actos. Es médico, materialista, de temperamento mordaz y burlesco. A su lado el joven Arkadi, de temperamento flojo, pasivo; protagonista y mero espectador. Es Arkadi quien acoge en su casa a Basárov, que pronto choca con su padre y su tío, representantes de la vieja generación.

     Los conflictos se suceden. Entra en escena otra mujer de carácter, Odintsova, el contrapunto de Basárov. En contraposición su hermana Katia. Son estos rasgos los que definen a cada uno de los personajes, sus fuerzas, su capacidad para dominar a los demás.

     Supongo que la novela rusa explica el origen de la revolución mejor que cualquier manual. La desigualdad es el caldo perfecto en el que cuaja una nueva especie, la de los revolucionarios nihilistas que busca la destrucción de lo establecido para la creación de un nuevo orden, ¿necesariamente mejor? También se trata del cambio generacional que se puede observar en toda sociedad. Estamos hablando de las fechas alrededor de las cuales se suprimieron los derechos feudales que dan comienzo a una época caracterizada por los desequilibrios, una situación explosiva que da lugar a una literatura grandiosa.

     A mi modo de ver Turguéniev no se posiciona, y no lo hace porque la naturaleza del intelectual es precisamente esa, la de no posicionarse. El conocimiento conlleva el rechazo de los extremos. Por un lado comprende las ideas de Basárov, pero por otro lado también las de la tradición. Comprende que hay que erradicar las desigualdades, pero lo mismo que carga contra la ignorancia del aristócrata, carga también contra la del mujik. Entendemos el sarcasmo con el que Basárov critica la realidad social, y sin embargo está la sorpresa de que los mismos mujik se burlan a espaldas de Basárov cuando este pretende acercarse a ellos. A mi modo de ver, el pesimismo de Turguéniev está sobradamente justificado.

     El conflicto generacional se mezcla con la dinámica de las grandes haciendas de un país que cierra sus puertas a los cambios que se están gestando en la lejana Europa. El joven ruso pretende borrar de un plumazo todo lo que se ha construido sobre decenas de generaciones pasadas.

     Al final, por mucha que sea la altura de miras de cada uno de los personajes, su grandeza o agudeza, todos pasan por la criba de Turguéniev y van a parar al mismo saco. No sé si a todos los lectores les pasará como a mí, si es obra de Turguéniev o nada más que mi propia y particular lectura, pero no me decanto por ninguno de los personajes. Unos me causan más simpatía que otros, por afinidades personales, pero ninguno es demonizado, ni aplaudido, cada cual trata de encontrar el mejor camino, la mejor manera de sacar fruto a sus posibilidades en este mundo.

     Al final se impone ese dulce pesimismo de Turguéniev, que nos cae como esa manta que añadimos sobre la cama cuando se aproxima el invierno.

2 comentarios:

  1. Las condiciones de Rusia, con un feudalismo que pervivió en el tiempo cuando ya era historia en el resto de Europa, crearon las condiciones para la revolución que era lógico que se diera allí. Había muchas desigualdades y se imponía algo nuevo que creo que fue mejor, pero tampoco consiguió la justicia y la igualdad. Al final terminó reproduciendo lo mismo que combatía. Leí hace años la novela y me dejó, en lo poco que recuerdo, el mismo sabor que a ti. Poca esperanza en el género humano.
    Un beso.

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    1. Y le llamamos pesimismo aunque tampoco supongo sea la palabra, quizás desencanto. Es difícil estar de acuerdo en todo con Nabokov, precisamente por su genio, pero su "curso" sobre literatura rusa explica muy bien esa relación entre la hecatombe rusa y su enorme literatura.
      Besos

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