viernes, 8 de enero de 2021

La cripta de los capuchinos (1938), Joseph Roth

 



De nuevo los Trotta, esa familia que desciende del héroe de Solferino. De dicho héroe cuelga una familia que se desparrama en el interior de una feliz burguesía que no ve venir el final del Imperio austrohúngaro.

 

Pero entonces ya era joven e insensato; por no decir superficial, en cualquier caso frívolo, y, como vulgarmente se dice, vivía intensamente cada día; bueno, no, esto no es verdad, lo que yo vivía intensamente era cada noche; durante el día dormía, también intensamente.

 

Todas las historias de Roth parecen estructurarse alrededor de la nostalgia del Imperio, o más bien de esa situación de la cual gozaban. Apenas he leído algunas de sus novelas, pero allí están los Trotta dejándose llevar por una corriente suave y sin estridencias, acomodados a la buena sociedad. Luego, claro, llega la guerra, y con ella la desaparición del Imperio, sostén de esa burguesía acomodada y superflua que no hace nada. Entonces, aunque Roth lo encubre, aparece otra burguesía, más audaz, más atrevida, más trabajadora también, y se desata la nostalgia, que no la reacción.

 

Lo habíamos perdido todo: posición, nombre y rango, casa, dinero y valores, pasado, presente y futuro. Todas las mañanas al despertarnos, y todas las noches al dormirnos, maldecíamos de la muerte que vanamente nos había invitado a su gran festín, y todos envidiábamos a los caídos. Ellos descansaban bajo la tierra, y la próxima primavera de sus restos crecerían violetas. Nosotros, sin embargo, habíamos vuelto a casa, desesperados, estériles, tullidos. Una generación elegida para la muerte, y por ella repudiada.

 

También a tener en cuenta que los protagonistas de Roth son erráticos, desprovistos de el carácter del cual disfrutan otros personajes que pululan a su alrededor aprovechándose de su pusilanimidad. En esta ocasión he echado en falta las referencias al alcohol, pues parece que el protagonista esté anestesiado bajo sus efectos. Incluso creo que está ahí el núcleo de todas sus novelas, como una semilla latente que espera a que se den las condiciones precisas para germinar. Parece que con la guerra llegará el momento culminante, como espoleta que activa al héroe a pedir matrimonio a la mujer que siempre amó. Sin embargo su carácter pusilánime le impide consumar el matrimonio antes de marchar. El pobre Trotta necesita siempre que alguien tire de él.

Supongo que por ello están ahí otros dos personajes nucleares, su primo Joseph Branco, un lejano Trotta, campesino pobre pero espabilado que todavía habita la tierra de sus ancestros, Eslovenia, y Manes Reisiger, un chófer judío de gran honradez. Puede parecer una relación absurda, pero tiene su razón de ser, pues solo con ellos el joven Trotta se siente mejor, superior. De alguna manera le adulan, dada su diferente escala social, pero Trotta es un joven bueno y educado que trata a todos con respeto. En esta relación encuentro yo el núcleo de la historia.

La guerra pasa de carrerilla, como todo en esta novela corta. Se les viene encima a los personajes. Pareciera que se baja el telón y reaparecen en Siberia, se vuelve a bajar el telón y todo ha terminado. El Imperio ha desaparecido y hay que volver a vivir en un mundo derrumbado.

Después de la guerra hay que vivir. Reaparece su madre, que para nada se comporta de forma pasiva. Muestra todo su pundonor sacrificándolo todo por su hijo. Incluso su esposa y su suegro se muestran más activos que el protagonista en la lucha por la vida.

Así, en la decadencia de nuestro protagonista, se produce la decadencia del Imperio, se relacionan muy bien la una con la otra, los Trotta y los Habsburgo. En realidad se trata de una muerte anunciada desde el minuto uno, cuando se nos presenta a un joven imberbe sin ambiciones, sin nada que hacer. Sí, el destino es el hilo que une esta irregular historia de principio a fin. En esta ocasión con un joven Trotta que se dirige a nosotros en primera persona, un narrador que se lamenta a cada rato y que nos sugiere más que nos cuenta su vida.

Joseph Roth, un autor a seguir descubriendo.

 

6 comentarios:

  1. A este Roth aún no lo he leído. He leído mucho a Philip Roth y un libro de Henry Roth.
    De Joseph, tengo hace tiempo en lista "La marcha Radetzky" que es donde aparece por primera vez la familia Trotta. A ver si me animo de una vez y sigo con "La cripta de los capuchinos".
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. A mí me gustó El lamento de Portnoy pero luego otros de sus novelas se me han hecho espesas, áridas. No conozco al otro Roth aunque he tenido en mis manos algunos de sus libros. A mi manera de ver este Joseph Roth es el mejor escritor, bueno, ese es mi gusto. Considero a este un escritor de mucho talento narrativo. La leyenda del santo bebedor quizás sea un inicio bueno, la marcha Radezky una saga fabulosa.
    Besos

    ResponderEliminar
  3. No conocía el libro (sí al autor), pero tiene un combinado de elementos que me podría gustar. No sé si será muy difícil de encontrar, pero va a la lista de pendientes. Gracias por la reseña.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hoy en día todo se puede encontrar en la red, aunque es cierto que es difícil de encontrar en las librerías de segunda mano. Eso sí, cuando nos decidimos a adquirir un libro tiene que ser de nuestro interés cien por cien. Supongo que si no has leído La marcha Radezky, supongo que es caminar sobre seguro.
      Se agradece el comentario.

      Eliminar
    2. ¿Me recomiendas mejor "La marcha Radezky"?

      Eliminar
    3. Yo apenas he leído unas novelitas de Roth. Con el tiempo se me olvida todo, pero La marcha se me ha quedado más grabada porque es un libro más largo. También la Leyenda del santo bebedor es genial. Roth se lee bien, se deja leer muy bien, pero como tiene muchos libros... escoge el que te llegue a las manos pero no permitas que uno solo de ellos te decepcione porque el escritor merece la pena.

      Eliminar