Se
trata de una novela corta que leí en tres o cuatro sentadas, a la sombra, en la
piscina. Cierto que no toca ninguna de mis obsesiones y la verdad sea dicha que
mientras la leía no tenía ninguna gana de ponerme a la enfadosa tarea de
escribir la reseña de una novela que, aun gustándome mucho, no alcanzó en
ningún momento a tocarme la fibra, vamos, que no me pedía reseña.
La
técnica estructural de H. James es impecable, y su prosa exquisita, concisa y
natural; no necesita de las farragosas digresiones propias de otros genios para
describir espacios, objetos o personas. Va al grano. Es difícil escoger un
párrafo adecuado (casi que los añado al azar), verbigracia cuando el
protagonista refiere un pequeño retrato:
Aprecié
en el pequeño objeto la virtud del parecido y juzgué que debió de pintarse
cuando el modelo tenía alrededor de veinticinco años.
O
cuando describe un palacio veneciano.
Y
era ésta la mejor descripción que podía hacerse de él. No era demasiado
antiguo; no tendría más de dos o tres siglos, y ostentaba un aire, no tanto de
decadencia como de sereno desánimo, como si hubiese errado su vocación.
Desde
luego que la lectura estaba resultando más que satisfactoria, entretenimiento y
buen hacer a partes iguales, pero ya digo que para trabajarme una reseña necesito
más, algo que me llame poderosamente la atención, que signifique más que motivo
¡imperativo! para redactar una reseña. La verdad sea dicha que los clásicos me
llaman la atención más por las obsesiones que contienen que por motivos
estilísticos.
No
había terminado de leer Los papeles de Aspern cuando tropecé en twitter con una
entrevista que le hacían a un escritor llamado César Aira, al cual no he tenido
el gusto de leer debido a mi sana terquedad de no mezclarme con escritores
vivos.
Pregunta.
¿la literatura tiene utilidad social?
Respuesta.
Si es literatura como arte, no. Los únicos libros que tienen utilidad social
son los best
sellers, que están llenos de información. Si alguien quiere
aprender con las novelas, que lea best sellers. La literatura no te
enseña nada más que el placer, el mismo placer que mirar Las meninas. Uno no aprende nada sobre Velázquez.
En
fin, se podría profundizar en lo dicho por Aira, pero me basta con apuntar que
me hizo terminar la lectura con otro punto de vista, y que me dio la base para
la presente reseña. Para qué buscarle tres pies al gato cuando la novela en
cuestión me ha ofrecido el deleite del tránsito.
No
me cabe duda que pronto abordaré otras novelas de Henry James, y buscaré sus reflexiones
sobre crítica literaria porque ha llegado a mis oídos grata información al
respecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario