lunes, 2 de julio de 2018

Taras Bulba (1835), de Nikolái Gógol





¿Novela histórica?
Gógol evoca con en este pequeño relato histórico la vida de los cosacos ucranianos. El relato se puede incluir en una serie de cuatro que fueron publicados en un libro titulado Mírgorod. Me atrevo a decir que Gógol todavía no ha afianzado su personalidad literaria. Todo lo que ha escrito hasta el momento es más romántico que realista.
Taras Bulba se reencuentra con sus dos hijos después de que terminan sus estudios en Kiev. De inmediato emprenden viaje para unirse a otros cosacos en la guerra contra Polonia. Los avatares de la guerra, con enfrentamientos sangrientos, asedios y salvajadas varias son cubiertos con un velo de romanticismo heroico y caracteres fuertes que se sobreponen a la adversidad con violencia pero al mismo tiempo con honestidad.
Nada más lejos Taras Bulba de la mezquina realidad que luego nos pintará Almas muertas. A mi modo de ver Gógol idealiza el carácter violento pero carente de hipocresía del cosaco. Son tan puros como niños. Cierto que los caracteres y sus acciones a menudo resultan inverosímiles. La conducta del padre con sus hijos, su forma de pelear en la guerra, y las decisiones finales de uno de sus hijos (traidor por amor) no son en absoluto creíbles, no lo son por lo menos a mi modo de ver.
No es, por tanto, una novela que yo recomiende efusivamente. Gógol está formando su carácter y enriqueciendo su pluma. Probablemente la temática es atrayente para el ruso del siglo XIX y Gógol sabe engatusarnos para que lo sigamos hasta el final, pero aparte de presenciar la evolución del oficio del maestro, no le encuentro a la obra nada de excepcional. Sirva la crítica negativa para que nadie se despiste con este relato y se aleje de otros que están en la cumbre de la literatura más universal.
Parece ser que la novela trata hechos históricos probados. Los cosacos nos son presentados como hombres indómitos, habitantes de la frontera acostumbrados a guerrear. Hay como un nacionalismo, como una nostalgia de un pasado siempre mejor en que el individuo pertenecía a una comunidad que tenía las ideas claras, el saber a qué atenerse en todo momento como contraste con la realidad actual.
Quizás Gógol buscaba llegar a un público amplio, simpatizar con sus compatriotas rusos idealizando sus orígenes.

―Creo necesario, compañeros, deciros lo que es nuestra fraternidad. Habéis aprendido de nuestros padres y abuelos a reverenciar la patria. Por amor a ella se hicieron conocer entre los griegos: sanaron a Bizancio, y poseyeron ciudades suntuosas, templos y príncipes de verdadera sangre rusa no mezclada con la de los heréticos. Los paganos han recobrado todo esto y entre sus manos se ha perdido. Nosotros solamente nos sostenemos, pero desamparados como huérfanos. He aquí en qué tiempos hemos tenido que estrechar los fuertes lazos de nuestra fraternidad, los más sagrados que existen. El padre ama a su hijo; la madre a su hijo; los hijos aman a sus padres, pero esto ¿qué significa? También los animales quieren a sus hijos. Pertenecerse por el parentesco del alma no por el de la sangre; he aquí lo que el hombre solamente puede hacer. Por todas las partes se encuentran compañeros, pero como en tierra rusa ninguno. A muchos de vosotros les ha sucedido tener que ir a tierras extrañas. Allí hay también hombres, también hay hijos de Dios y los habéis tratado como si hubieran sido vuestros compañeros, pero cuando habéis tenido que dar ancho campo a los sentimiento se vuestro corazón, aquellos hombres no han satisfecho completamente las esperanzas que abrigabais; eran hombres pero no como vuestros compatriotas. No, hermanos míos, amar como ama un corazón ruso, no solamente con el espíritu sino con toda la fuerza que Dios ha puesto en nuestro ser; ah ―dijo Taras, moviendo su encanecida cabeza―, eso no es dado a nadie… Que sepan todos, por lo tanto, lo que4 significa la fraternidad en tierra rusa. Si llega el momento de caer, ninguno caerá como nosotros.

Sirva como entremés para afrontar los relatos más descabellados y satíricos del gran maestro, que espero con verdadero entusiasmo.

3 comentarios:

  1. Una propuesta unica y valorable. felicitaciones.

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  2. Pues a mí me gustó mucho Taras Bulba. Incluso lo releí un par de veces, y no suelo releer. No niego que sea una obra menor o de transición. Pero creo que Gógol encontró una manera de mostrar en ella un romanticismo épico bastante equilibrado, que no cae ni en el tipismo folklórico ni en la epopeya grandilocuente tampoco.

    Quizá porque el contexto épico no difumina la historia familiar/emocional que es la verdadera fuerza de la obra. Gracias a unos personajes que actúan como los de las pinturas negras de Goya: inseparables de su contexto y tiempo, pero con una rara veracidad algo estrambótica que los hace intemporales a mi modo de ver.

    Buen artículo. Saludos.

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    1. Pues menos mal que no opinamos en todo caso de la misma manera... No eres el único al que Taras Bulba ha encandilado. Desde luego que no se parece en nada a las novelas históricas de hoy en día, y que muestra buenas trazas...

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