martes, 27 de abril de 2021

Tristes, (siglo I) Ovidio.

 

Vuelvo a los escritores griegos o latinos sin ambición, por el simple placer que me procura aprender. Cayó en mis manos la presente obra, y no Las metamorfosis. Los motivos mitológicos aparecen, en todo caso, por doquier, lo cual es propio de la elite culta. Ovidio no necesita excusas para explayarse en torno aquello que mejor domina.

Aunque es poesía, mi edición es en prosa; no sé si mejor o peor. Para picar entre horas, en el baño, en momentos de espera. No es necesario seguir un hilo argumental.

Parece ser que Ovidio ofendió con su Ars amatoria al propio Augusto, aunque la crítica se explaya poniendo sobre el tapete diversos motivos escabrosos que el maestro da por sabidos; el caso que le valió el destierro, que para Ovidio significaba algo peor que la misma muerte. No se le privó de sus bienes, pero tuvo que dejar al cargo de ellos a su mujer y amigos confiando en un levantamiento del castigo que nunca llegó.

Para los que ya conocemos algo de la historia de la ciudad eterna, lecturas como la presente nos la acercan de manera singular, nos la hacen fidedigna, permiten que la atrapemos con los dedos. Pudiera pensarse incluso que el mismo Ovidio se dirige a nosotros, pues es consciente en todo momento que su fama alcanzará la posteridad.

Los motivos de la obra son varios, el principal la petición de clemencia dirigida al mismo Augusto. A mi modo de ver, aunque la adulación es obvia, hay ocasiones en las que pienso poco efectiva, pues Ovidio se queja a menudo de que el emperador le hace oídos sordos, lo cual apunta a tiranía.

Otro motivo recurrente es la pena, la melancolía, la nostalgia por la lejanía de Roma y todo lo que ello significa, separación de familia, amigos, comodidades, cultura… Ovidio es desterrado a Tomis, remota ciudad sita en el Mar Negro, en la costa de la actual Rumanía, en los confines del Imperio, una región apenas romanizada y expuesta a los ataques bárbaros. Quizás Ovidio exagera su penosa situación, pero muere allí tras nueve años de exilio, con lo que ello significa para un rico heredero de la clase ecuestre.

El formato escogido es el de la carta, como forma de comunicación con Roma. Ovidio pone hincapié en los peligros del largo viaje, la mayoría de él por mar, y tampoco deja de lado la marcha de los más importantes acontecimientos políticos del Imperio, como es el caso de algunos comentarios en torno al trascurrir de las guerras germánicas.

Como ya he dicho, todos los mensajes de Ovidio son acompañados de motivos mitológicos o históricos. Al mismo tiempo introduce temas autobiográficos y abundantes reflexiones sobre la poesía o la crítica literaria que harán las delicias del aficionado.

Cierto que leer a Ovidio significa desenredar la madeja de las notas al pie, sin las cuales andaremos perdidos. Pongo, como colofón, un ejemplo de su arte, referencias a las bibliotecas públicas de Roma:

A continuación, siguiendo nuestra ruta, mi guía me conduce al templo de mármol blanco que se levanta en lo alto de unas elevadas escaleras, dedicado al dios de larga caballera, donde entre exóticas columnas se hallan las estatuas de las nietas de Belo y la de su bárbaro padre con la espada en la mano, y donde están expuestos a disposición de los lectores los sabios pensamientos de antiguos y modernos*. Buscaba yo allí a mis hermanos*, salvo aquellos, naturalmente, a los que su propio padre desearía no haber engendrado; mientras los buscaba en vano, el guardián encargado de aquel templo me ordenó salir de aquel lugar sagrado. Me dirijo a otros templos* que están unidos a un teatro vecino: a éstos también me estaba prohibida la entrada. La Libertad* no me dejó tocar su atrio que fue el primero en abrirse a doctos libritos.

La desventura de un autor desgraciado redunda en su producción y sus hijos sufrimos el mismo destierro que el soportó.

 

Aclaraciones:

*Adosadas al Templo de Apolo, se situaban dos bibliotecas, una latina y otra griega.

*Busca Ovidio a sus hermanos, que son sus libros, no solo el Arte de amar sino que toda su obra es excluida de las bibliotecas públicas romanas, teniendo que refugiarse en las bibliotecas privadas.

*Templos de Juno y Júpiter, rodeados por un pórtico con una biblioteca anexa.

*El Atrio de la Libertad, donde Asinio Polión, por orden de julio César, instaló la primera biblioteca pública de Roma.

 

4 comentarios:

  1. Acabo de leer "El hijo de César" de John Williams y estoy mentalmente aún en el siglo de Augusto. Por la novela de Williams se ha paseado entre otros muchos (Cicerón, Séneca, Catulo, Tito Livio...) Ovidio. Aparece en la fase en que Julia, la hija de Augusto, está ya harta de tanto obedecer a papá que la ha mandado casarse con Tiberio y ella se ha despendolado un poquito. Ovidio con su "Ars amandi" estaba de plena moda entre los liberales del momento. Y claro, Augusto como que no, y lo manda al Ponto Euxino.
    Me ha gustado tanto el libro de John Williams que tengo sobre la mesa las vidas paralelas de "Alejandro y César" para entender un poco mejor según el punto de vista de Plutarco toda esa época.
    Un fuerte abrazo

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    1. Parece que son oscuros los motivos por los cuales Augusto mandó al Ponto a Ovidio. Hay quien dice que Ovidio sorprendió desnuda a la mujer de Augusto, ¿Livia?, o hay quien argumenta que conocía demasiado a fondo los desvaríos amorosos de la nieta de Augusto... Es todo un misterio y al mismo tiempo inquietante que Ovidio se dirige a nosotros como si conociéramos de sobra el suceso.
      Hace mucho que no leo novela histórica, pero en verdad que me apetece. Termina entrándome cierto vicio, y después de leer una buena novela histórica me pico, omo tú, por conocer la historia que rodea al asunto. Cierto que, de la historia de Roma, me decanto por el período republicano, hasta Mario y Sila.
      Abrazo.

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  2. Esos autores tan clásicos me asustan bastante. Virgilo, Ovidio... son palabras mayores. Creo que prefiero la novela a la que se refiere Juan Carlos, que también está en mi lista de pendientes.
    Un beso.

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    1. Cada cual va escogiendo sus lecturas. Hay autores griegos y latinos menos áridos, y realmente entretenidos, pero Ovidio no está entre los livianos. Yo de vez en cuando caigo en la tentación.
      Besos

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