martes, 18 de abril de 2023

La Conjuración de Catilina; La guerra de Jugurta (circa 43-40 a. C.), Cayo Salustio Crispo.

 

Estas dos pequeñas monografías históricas se ubican en una franja temporal francamente interesante, la crisis de la ya vetusta República romana. De alguna manera, todo el trabajo como historiador de nuestro buen Cayo Salustio sirve al entendimiento de dicha casuística. Aparte de los presentes, del resto de escritos del autor no nos han llegado sino fragmentos; ni qué decir que nuestro conocimiento de la historia del período se hubiera visto enriquecida sobremanera con sus aportaciones. Cierto que la manera de hacer historia de este momento histórico está muy por debajo del nivel de Túcídides, por poner un ejemplo. Se busca entretener, entresacar las escenas más dadas al dramatismo, lo cual no es óbice para reflejar el trasfondo general de una época.

Fíjense en este párrafo de Jugurta, en el que se nos da un resumen espléndido de la crisis del sistema político republicano:

 

Este abuso de divisiones y partidos entre los del pueblo y el Senado, y todos los desórdenes que después se experimentaron, tuvo principio en Roma pocos años antes, y era efecto de la paz y de la abundancia de las cosas que el mundo más estima. Porque mientras estuvo en pie Cartago, el Senado y el pueblo romano administraban la república con gran moderación y templanza; ni entre ciudadanos se disputaba sobre quién había de sobresalir en la gloria o en el mando; el miedo del enemigo contenía a la ciudad en su deber. Pero luego que sacudió de sí este cuidado, se apoderaron de ella la soberbia y la lascivia, males que trae regularmente consigo la prosperidad. De esta suerte el descanso por que anhelaron tanto en los tiempos trabajosos, después de alcanzado, fue para ellos más duro y amargo que los trabajos mismos. Porque así la nobleza como el pueblo hicieron servir, aquélla su elevación, éste su libertad a sus antojos; robando unos y otros y apropiándose cuanto podían. De esta suerte todo se dividió en dos bandos, y la república, cogida en medio de ellos, fue despedazada. Pero el partido de los nobles por su estrecha unión era más fuerte, la plebe, aunque mayor en número, por estar desunida y dividida su fuerza, podía menos. Gobernábase en paz y en guerra el Estado por el arbitrio de pocos. Éstos tenían en su mano el erario, los gobiernos, los magistrados, la gloria y los triunfos; el pueblo vivía oprimido con la pobreza y el peso de la guerra; los generales se apoderaban y a pocos daban parte de los despojos militares; y entretanto las mujeres y los hijos pequeños de los soldados eran echados de sus casas y posesiones, si confinaban con las de algún poderoso. De esta suerte la avaricia sin tasa ni vergüenza alguna, juntamente con el poder, lo invadía, manchaba y asolaba todo, no teniendo el menor miramiento ni respeto, hasta que se despeñó ella misma. Luego, pues, que entre los de la nobleza hubo quien antepusiese al poder injusto la verdadera gloria, comenzó a revolverse la ciudad y se vio nacer en ella la discordia, no de otra suerte que cuando vemos formarse un torbellino.

 

Imprescindible conocer la biografía de Cayo Salustio. Cuando se trata de la antigüedad, a mí, particularmente, me resulta tan interesante y revelador, o quizás más, conocer la biografía, las circunstancias del escritor, como su propio trabajo.

Dice el traductor en el prólogo, atreviéndose a opinar muy en contra de la persona de Salustio:

 

A Cayo Salustio Crispo hicieron famoso su vida y sus escritos. La memoria de éstos durará cuanto durare el aprecio de las letras. Aquélla debiera pasarse en silencio y aun sepultarse en el olvido.

 

De familia ilustre, optó por posturas políticas ambiciosas, pues según él mismo, la ambición “se acerca más a la virtud”. Alcanzó el tribunado de la plebe el mismo año en que Clodio fue asesinado en una reyerta callejera por los seguidores de Milón. Salustio se opuso a Milón, y por tanto a Cicerón.

De plebeyo (hombre nuevo) pasó pronto a ocupar cargos propios de la elite patricia, se cree que bajo la tutela de Craso y de Julio César, dos de los posteriores triunviros. Ejerció importantes cargos militares al lado de Julio César, contra Pompeyo. Como recompensa recibe el gobierno de una provincia africana, que no dudará en saquear, hasta el punto que fue acusado de corrupción a su regreso. Desgastado, tuvo que retirarse de la vida pública y no le quedó otro remedio que dedicarse al disfrute de sus enormes riquezas acumuladas, afortunadamente para nosotros, y para la historiografía.

Para cualquiera que esté mínimamente familiarizado con la historia romana, encontrará motivos más que suficientes para acercarse al maestro, al placer del encuentro con las fuentes primeras, donde sobran la emoción y reflexiones por doquier. Como muestra, un botón.

 

Tened, pues, entendido que no se logra el favor de los dioses con votos ni plegarias de mujeres; que cuando se vela, se trabaja y consulta desapasionadamente, todo sale bien; pero si nos abandonamos a la pereza y desidia, es ocioso clamar a los dioses: nos son entonces adversos y contrarios.

 

2 comentarios:

  1. Leyendo tu reseña y los fragmentos de Salustio que incorporas me parecía revivir mis años de bachiller durante el que quienes hacíamos Letras traducíamos la Guerra de Yugurta y/o la Conjuración de Catilina (Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?). ¡Ay, Dios, cómo ha pasado el tiempo, los años, la vida!
    Un fuerte abrazo

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    1. Por demasiado manida no utilice dicha frase. A mí me tocó traducir sobre todo La guerra de las galias. Me alegro te haya traído gratos recuerdos.
      ¡Salve!

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