lunes, 18 de junio de 2018

Ciberíada (1967), de Stanislaw Lem



Trurl y Clapaucio son dos robots capacitados para construir casi cualquier artilugio que quepa en vuestra imaginación. Ciertamente que su condición robótica es tan humana que se podrían leer los cuentos confundiendo perfectamente a los protagonistas con personas de carne y hueso.
Digamos que nuestros dos protagonistas son famosos por todo el espacio, o que progresivamente alcanzan dicha fama gracias a sus construcciones. Lo mismo manipulan las estrellas que diseñan pequeños artilugios, pero su poder es evidentemente inmenso. Viajan por planetas fantásticos prestando ayuda a quien la necesita o simplemente cobrando elevadas sumas por sus servicios.
Lem nos pinta un futuro extravagante, con reinos que regresan a la edad media aunque posean una tecnología muy superior. El hombre en sí no ha cambiado un ápice en cuanto a sus aspiraciones o decepciones, en cuanto a sus defectos y virtudes.
La obra se divide en expediciones. La expedición primera o Receta de Garganciano sirve para que dos planetas belicosos terminen unidos en la mayor fraternidad.
La expedición segunda o El electrobardo de Trurl relata la construcción de un enorme electrobardo poeta. El proyecto es tan absurdo como alegórico, y le sirve a Lem para sacar a relucir su aguzada sátira.
La expedición tercera o Los dragones de la probabilidad.
La expedición cuarta o Cómo Trurl se sirvió de un mujerotrón para liberar al príncipe Pantárctico de las torturas del amor, y cómo luego tuvo que usarse un lanzaniños.
La expedición quinta o Las travesuras del Rey Balerión.
Y sigue así la procesión de extravagantes expediciones, parodias de los cuentos de hadas, de la futilidad de la ambición, de las dificultades que encuentran las comunidades humanas para fijar un objetivo cuerdo en su dinámica evolutiva.
No hay sociedad ideal. La filosofía y la ciencia se entremezclan con el humor más desconcertante.

Como aquí estoy para opinar, tengo que decir que podéis prescindir perfectamente de estos relatos. Lem se divierte, juega con sus robots y fabula a su antojo, pero en ningún momento ha captado mi atención. Nada que ver, ni por asomo, con las dos grandes obras que he leído, hasta el momento, de Lem, las geniales Solaris o El hospital de la transfiguración.

3 comentarios:

  1. El planeta con tecnología superior pero que sigue en la Edad Media, creo que ya lo conocemos...

    Aunque la tecnología moderna nuestra tampoco es tan "superior" siquiera. Si una simple grapadora fallase de forma reiterada como un ordenador o un móvil (múltiples cuelgues, baterías defectuosas, etc) la devolveríamos sin más como defectuosa.

    Me estaba interesando en el libro, que me sonaba a unos Viajes de Gulliver en versión cibernética, y al final sueltas el cubo de agua fría: "podéis prescindir".

    Ya te vale...

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    1. Jajaja Boni.
      No, a mi modo de ver no merece la pena. Son relatos fallidos. Supongo que a Lem ya no le ponía pegas el editor.
      He leído alguna reseña al vuelo y todos se limitan a aplaudir al maestro, pero a mí no me ha entusiasmado ni un solo relato y los últimos los pasé a la velocidad de la luz.
      De todas maneras, siempre me gustó la Ciencia Ficción y te aseguro que leeré todo aquello de Lem que caiga en mis manos.

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    2. Hombre lea estos cuentos, eso de prescindir simplemente es de seguro por que a el no le gusto, pero no significa que ha usted no le gusten estas historias, cada quien tiene su gusto.

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